
El Gobierno nacional anunció, con entusiasmo y algo de urgencia, que eliminará los aranceles a la importación de celulares, televisores y aires acondicionados. La medida, que hasta este momento no fue publicada en el Boletín Oficial, se implementará en dos etapas y se completará recién el 15 de enero de 2026. Según explicó el vocero presidencial Manuel Adorni —acompañado en escena por el ministro de Economía, Luis Caputo—, los impuestos internos pasarán del 19% al 9,5% para los productos importados, mientras que para los fabricados en Tierra del Fuego el tributo será del 0%.
También se anunció una baja del arancel de importación de celulares: del 16% al 8%. Una medida que, en teoría, busca abaratar precios y dinamizar el mercado. Pero la teoría, como sabemos, muchas veces se estrella contra la práctica.
La decisión se da en un contexto donde los celulares no se venden. El primer trimestre de 2024 marcó una caída del 50% en ventas respecto al mismo período del año anterior. La producción local se desplomó casi un 60% y las importaciones de insumos cayeron alrededor de un 80%. Con un mercado estancado, se vendieron apenas 6,5 millones de unidades en 2024, muy por debajo de los 8,5 millones de 2023.
En ese terreno arrasado, Motorola lidera con un 38,5% del mercado, mientras que el contrabando gana terreno: 1 de cada 4 celulares activados en Argentina ingresó por canales irregulares. La informalidad crece a la par del encarecimiento formal, y la respuesta oficial es liberalizar… pero de a poco.
Según la versión oficial, esta apertura progresiva permitiría mejorar la competitividad y reducir precios. Pero con un mercado deprimido, empleo en riesgo en Tierra del Fuego y caída del consumo, la pregunta no es solo qué se hace, sino también cuándo y para quién.
Y acá viene lo insólito. Porque mientras los discursos hablan de reformas urgentes, de “romper el modelo” y de “terminar con los privilegios”, lo cierto es que la eliminación total de los aranceles se producirá recién a comienzos de 2026, es decir, cuando el mandato presidencial ya esté ingresando en la recta final. Curiosa interpretación del “cambio sin gradualismo”. Para bajar un impuesto tardan dos años, pero para aumentar una tarifa, un día. Una reforma para celulares, hecha en cámara lenta y con modo avión activado.