
Por primera vez en dos décadas, el mapa político de la Ciudad de Buenos Aires muestra una grieta distinta. La Libertad Avanza (LLA), el partido del presidente Javier Milei, se impuso este domingo en las elecciones legislativas con un 30,02% de los votos, cuando ya se había escrutado el 90,21% de las mesas. La victoria, además de inesperada para muchos, es un golpe directo a la hegemonía histórica del PRO en la capital, que desde 2005 había marcado presencia como primera fuerza.
Encabezada por el vocero presidencial Manuel Adorni, la lista libertaria superó por poco al peronismo porteño, que con Leandro Santoro como principal figura logró el 27,46%. El dato que sorprende no es solo el resultado, sino la escasa participación electoral, que se ubicó en un 53,61%: una de las más bajas desde el regreso de la democracia.
Tercero, y muy lejos de los dos primeros, aparece el PRO, que con Silvia Lospennato como figura central, cosechó apenas 15,89% de los votos. La caída del espacio fundado por Mauricio Macri no es simbólica: es estructural. Después de 18 años de gobierno ininterrumpido en la Ciudad, el electorado porteño parece haberle soltado la mano al partido que dominó la política local desde 2007.
El ex jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, no logró revertir su debacle política: quedó cuarto, con un 8,08%, aunque asegura su ingreso a la Legislatura, junto con Guadalupe Tagliaferri. De aliado estratégico a actor secundario, el futuro político de Larreta sigue en descenso tras su fallida aspiración presidencial.
Desde el quinto lugar para abajo, se suceden una serie de listas que no alcanzaron el 3% de los votos y quedaron fuera de la Legislatura. Aparecen allí Vanina Biasi (Frente de Izquierda), Ramiro Marra (2,63%), Paula Oliveto (2,48%), Lula Levy (2,31%), Alejandro Kim (2,05%) y el siempre mediático pero poco votado Ricardo Caruso Lombardi, con 1,68%. Los otros siete candidatos ni siquiera alcanzaron el 1%.
¿El fin de una era, el inicio de otra?
Con este resultado, La Libertad Avanza consolida su presencia institucional en la Ciudad, una plaza que hasta hace poco parecía impenetrable para los libertarios. La figura de Adorni —ex periodista, convertido en vocero presidencial y ahora legislador— refleja la nueva lógica del poder: el relato, la exposición mediática y el capital simbólico pesan más que las estructuras partidarias tradicionales.
Pero el dato de mayor gravedad institucional no es quién gana, sino quiénes dejan de votar. Con casi la mitad del padrón sin concurrir a las urnas, la legitimidad de cualquier proyecto político queda en entredicho. La desafección política, el desencanto, o simplemente la apatía, comienzan a pesar más que la militancia.
La Ciudad de Buenos Aires vive así un cambio de época. No solo por el derrumbe del PRO, ni por el ascenso de los libertarios, sino porque el electorado —una vez más— eligió mandar un mensaje. Lo preocupante es que, quizás, lo esté haciendo en silencio.