Siempre quedé fascinada al ver una pequeña flor romper el asfalto o como suele suceder en muchos techos de casas antiguas, la vida abriéndose paso en forma de helecho u otra planta, que con proeza vive en apenas unos centímetros de sustrato con una caricia del rocío que le brinda la mañana. Marcelo Solimeo, cirujano “conocido” de esta ciudad, lleva en su bien -en su ser- esa proeza de la naturaleza y, por qué le pongo comillas a “conocido” cuando en realidad lo podemos ver -día a día- deambulando por los pasillos del hospital San Luis o en los consultorios, es que en realidad pocos saben de él. Marcelo, no es una persona que se deja conocer fácilmente, prefiere la intimidad, la familiaridad para mostrarse tal cual es, y aunque diga lo que
piensa espontáneamente, deja un recodo de su ser para los suyos. En el rato que
duró la entrevista, intentamos descubrirlo un poco más, ¿quién es ese hombre que
nos puede abrir en dos con un bisturí? Al preguntarle sobre la palabra desilusión,
lo primero que le vino a la mente fue una pregunta, ¿cómo puede haber
gente que fabrica armas para la guerra?, en lo particular me da mucha tranquilidad,
que nuestro cirujano use todas sus armas- ese instrumental quirúrgico- para contribuir a la vida, para traernos de cierta manera un poco de paz en esta gran ambigüedad que nos rodea. Marcelo, no solo inspira la proeza de una pequeña flor
solitaria en el asfalto, sino que la tiene. Es guerrero y combativo cuando se trata
de ponerse a defender un ideal, y esto quedó demostrado en la Asociación de
Cirugía Argentina en el año 2011, cuando tuvo que sacar la cara por la reducción de
personal y la desigualdad de remuneraciones a los cirujanos de guardia del hospital.
Mate por medio, amargo, seguimos charlando. Creo que estaba a gusto, tranquilo,
relajado. Echado para atrás en su sillón me contó sobre su papá -el sastre de mi
padre y de medio Bragado- de aquella Italia lejana que lo trajo con apenas 21
años, de la lucha de los inmigrantes – que de paso- hacemos honor a todos ellos en su día el “4 de septiembre”, y las aspiraciones que tenía para su hijo Solimeo padre -escribano- cosa que Marcelo le rompió el molde, ese papel no le cabía al Doctor. Por su sangre corre otra adrenalina, aunque curiosamente ambos usan las manos en la función de trabajo, aunque curiosamente ambos reparan. Quizás los mandatos familiares, quiérase o no, nos sigan atravesando de alguna manera. Lo cierto y bello de todo esto, es que podemos seguir conociéndonos; a nosotros mismos y a nuestros próximos, extendiendo puentes para una vida social más amena, y como dice mi amiga austriaca cuando sale de gira en concierto, abracemos las culturas.
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septiembre 18, 2024