
El oxímoron con el que comienzo este breve texto no es inocente. Es tristemente real. Quiero significar que los movimientos que suelen percibirse entre ellos e identificarse hacia fuera y en contraposición a otros como «inclusivos», «derechohumanistas», «tolerantes», «abiertos» —cuando se afirman como tales niegan que el otro lo sea; es decir que el que no repite o dice amén a lo que ellos afirman dogmáticamente; es antiderechos, fascista, y agréguense todos los etcéteras peyorativos que se quiera—, &c.; sufren casi sin excepción del mal que le da título al texto: el antisemitismo. Épocas hubo en las cuales se entendía que este fenómeno —al que en otros textos llamé judeofobia por ser más preciso— era privativo de partidarios de derecha o de extrema derecha (hablando en estas categorías que cada vez se desdibujan más porque se las utiliza con total liviandad). Hoy, en cambio, los sectores que son considerados por ciertas izquierdas como la derecha o la extrema derecha, no adolecen en general de ese mal, y en cambio los sectores vinculados a la progresía están tan infestados de un odio a todo lo que sea judío del que ni siquiera parecen conscientes (sobre todo la izquierda trotskista). A punto tal que sus propios partidarios judíos se encuentran ante un dilema: continuar allí negando su vínculo con Israel y odiándose a sí mismos y a sus parientes —digo parientes porque es común que cualquier judío en el mundo tenga algún pariente en Israel—, o irse de esos movimientos y quedar «huérfanos» de representación política. En general, los judíos que conocen el Medio Oriente y saben lo que ocurre allí, no podrían defender a los terroristas de Hamás, y mucho menos después del 07/10/23. También son conscientes de que hay enemigos más poderosos que Hamás que los quieren aniquilar, v.g.: Hezbollá, Irán, &c.
Quizá los muchachos de la progresía se sientan revolucionarios golpeando a estudiantes judíos en las universidades yanquis, o tal vez se precien de progresistas prohibiendo a profesores judíos —ellos dicen sionistas: pero para saber si un profesor es sionista o no, lo que hacen es determinar cuán judío les suena el apellido y entonces preguntarle su posición respecto de Israel— dictar clases como por ejemplo en Uruguay (mismo país en el que en la conmemoración del día de la mujer se vieron caracterizaciones judeófobas con iconografía parecida a la del nacionalsocialismo alemán), negar que el 07/10/2023 se asesinó a israelíes en masa, incluidas muchas mujeres y niños, los pone en la vanguardia. Ahora se puso también de moda vandalizar monumentos sobre el Holocausto y sinagogas (¡más revolucionario e inclusivo que andar vandalizando obras de arte! ¡Qué orgulloso estaría Adolfo si los viera!), con algunos lemas sobre Gaza. Para ellos es compatible pedir un alto el fuego inmediato y a la vez que se bombardee Tel Aviv (ciudad judía fundada en 1909, décadas antes de la formalización del Estado de Israel). También les suena coherente pedir un alto el fuego inmediato aunque en Gaza sigan secuestradas 120 personas que fueron tomadas violentamente de Israel (nunca reclaman su devolución, a veces niegan que existan esos secuestrados), niños entre ellas. Sería coherente que quien pide el cese del fuego también pidiera la devolución de los secuestrados y la rendición de Hamás; no lo hacen; de hecho, Hamás es un factor que prácticamente no existe en los discursos de la progresía, solo es Israel bombardeando y asesinando palestinos; no parecen tener importancia los soldados israelíes que siguen cayendo en Gaza. Podríamos pensar lógicamente según la mente progre: si caen soldados es porque alguien les dispara del otro lado, luego los palestinos son todos buenos e incapaces de matar, ergo: los soldados israelíes no están muriendo, son mentiras sionistas, o quizá Israel los mata a propósito (porque los sionistas controlan el mundo, original manera de caracterizar al único Estado judío. Esto cabe tanto para la progresía como para los neonazis disfrazados de patriotas). No quieren un alto el fuego, quieren que los judíos no se defiendan. Que se dejen matar, o sea, que mueran. Y tiene que quedar claro que no se puede decir que se pide la aniquilación del único Estado judío, y la eliminación de 7 millones de sus elementos, sin ser un poco, aunque sea un poquito antisemita. Para ellos hablar de sionismo y de Israel —quiero decir, hablar en términos demoníacos— no es hablar en contra de los judíos, pero por alguna razón atacan instituciones judías; lo que demuestra que lo que afirman es mentira. Y aunque no lo afirmaran seguiría siendo mentira. De discurso niegan la vinculación entre sionismo y judaísmo, pero en los hechos la confirman.
No solo la progresía se parece mucho al nazismo cuando caracteriza a Israel y a los judíos, sino que, muchas de las banderas que levantan, son no únicamente censuradas, sino castigadas hasta con la muerte dentro de Gaza o los territorios con gobierno civil de la Autoridad Nacional Palestina. En Palestina no hay ningún lugar para la progresía, pero en la progresía hay un lugar privilegiado para los fanáticos islamistas, porque todas las culturas son iguales. Amputarle genitales a las mujeres u obligarlas a andar tapadas por completo con 60° es casi lo mismo que ir un domingo a la iglesia, apedrear mujeres acusadas de adulterio es igual que tomar la comunión o que ayunar en Iom Kipur, porque todas las culturas son exactamente iguales. Por eso entre cortarle un brazo a un ladrón y confesarse ¿qué diferencia hay?, pedir a gritos la eliminación de los judíos y ser un defensor de los derechos humanos, en la mente de la progresía, es totalmente compatible.
Cuán peligroso es vivir de espaldas a la realidad y alimentando el odio.