
Cincuenta y dos familias mantienen la permanencia en la planta ante el incumplimiento patronal
La tensión continúa en Acerías Berisso S.A., donde 52 trabajadores permanecen dentro de la fábrica luego del incumplimiento de la conciliación obligatoria por parte de la empresa. Pese a las amenazas de desalojo recibidas el viernes, los obreros mantienen la permanencia en el establecimiento, con el acompañamiento de vecinos y organizaciones solidarias.
El conflicto se profundizó tras semanas de retrasos salariales, despidos injustificados y persecución laboral, que derivaron en una nueva medida de fuerza. La empresa, dedicada desde hace más de 60 años a la fundición de hierro, acero y aleaciones especiales, mantiene vínculos comerciales con firmas de peso como Repsol YPF, Ternium-Siderar, Tenaris y Arcor, pero arrastra una serie de incumplimientos con su personal.
La jornada del viernes marcó un punto crítico. Mientras el cielo comenzaba a oscurecer y la lluvia se acercaba, los trabajadores recibieron la noticia de que podían ser desalojados. En el portón de acceso, los carteles improvisados con consignas como “Regulen los pagos”, “Trabajadores en huelga” y “Familias en la calle, nunca más” se transformaron en símbolo de resistencia.
Lejos de intimidarse, los vecinos se sumaron con gestos concretos de apoyo: bocinazos, meriendas compartidas, donaciones y presencia constante. “Somos 52 familias. Lo único que queremos es trabajar, cobrar lo que nos deben y que la fábrica no cierre”, expresó Francisco, delegado con 26 años de antigüedad.
Según relató, los problemas no son nuevos. “Ya en julio no nos pagaron el aguinaldo, el Ministerio dictó conciliación obligatoria, pero igual despidieron a cinco compañeros y suspendieron a ocho. Después los reincorporaron, pero empezó una persecución permanente: te controlan hasta cuándo vas al baño”, denunció.
Los trabajadores señalan directamente al empresario Ricardo Gerosa, recientemente asociado a la firma, por el deterioro del clima laboral y las presiones hacia el personal. “Nos decían que no poníamos voluntad, que nos iban a echar de a uno. Esto rebasó todo”, contó Francisco.
El 6 de octubre fue el punto de quiebre: al llegar a sus puestos, los empleados encontraron la cerradura cambiada y la planta cerrada. “Nos dejaron a todos afuera. Después propusieron una guardia mínima, pero era una maniobra para reducir personal y pagar en función de la producción semanal”, explicó el delegado.
Ante la falta de respuestas, decidieron retener tareas y permanecer en las instalaciones hasta obtener una solución. Las audiencias en el Ministerio de Trabajo recién se reanudarán el martes, pero los obreros no piensan abandonar la fábrica.
Mientras tanto, la lluvia volvió a poner a prueba la paciencia del barrio: varias familias sufrieron anegamientos por la falta de obras de infraestructura, pero regresaron al portón para acompañar la vigilia obrera.
Acerías Berisso —ubicada en 128 entre 61 y 62— fue históricamente uno de los pulmones industriales de la región. Hoy, su nombre resume un conflicto que trasciende los muros de una fábrica: la lucha por el trabajo digno frente a la desidia empresarial y la pasividad del Estado.



