

El lunes pasado, la directora de Cultura Fernanda Andújar y el intendente Sergio Barenghi anunciaron con entusiasmo un nuevo convenio entre la Municipalidad de Bragado y el Conservatorio de Música “Juan Pérez Cruz” de Junín. Según explicaron, el acuerdo permitirá que los chicos de la Orquesta Infanto Juvenil realicen el tramo de pregrado mientras cursan el secundario, con el objetivo de continuar luego la carrera de Música en el nivel superior.
En apariencia, se trata de una buena noticia: ampliar las oportunidades de formación musical para jóvenes bragadenses. Sin embargo, detrás del anuncio se esconde una distorsión profunda del espíritu original de la Orquesta Infanto Juvenil, un proyecto cultural que nació con una finalidad social y comunitaria, no académica ni selectiva.
La Orquesta Infanto Juvenil fue creada para acercar la música a niños y adolescentes de todos los barrios, como herramienta de inclusión y contención social. Su sentido fundacional no era preparar futuros músicos profesionales, sino formar personas a través de la experiencia colectiva, la disciplina artística y el trabajo en equipo. La articulación con un conservatorio puede sonar sofisticada, pero introduce una lógica elitista y competitiva que corre el riesgo de desvirtuar el acceso universal que caracterizó siempre a la orquesta.
Además, el municipio no precisó puntos clave del acuerdo. No se aclaró si los actuales profesores de la Orquesta —muchos con años de experiencia pedagógica local— serán quienes apliquen el diseño curricular del pregrado, o si el Conservatorio enviará docentes externos. Tampoco se informó cómo se financiará el proyecto, en un contexto donde el propio gobierno municipal justificó recortes y desintegración de programas culturales con el argumento de que “no hay plata”.
El anuncio, presentado como un avance educativo, deja más preguntas que respuestas. ¿Qué pasará con los niños que no aspiran a una carrera formal en música, pero encuentran en la orquesta su espacio de pertenencia? ¿Y con aquellos jóvenes que sí deseen estudiar en el Conservatorio, pero sin someterse al esquema de una orquesta municipal?
La falta de claridad sobre los alcances reales y los costos del convenio sugiere más un gesto político que una política cultural integral. En los hechos, la gestión de Andújar y Barenghi parece haber transformado una orquesta inclusiva en un semillero para pocos, desplazando su misión social por una fachada de “formación superior” que poco tiene que ver con la realidad cotidiana de los chicos de Bragado.
Si el objetivo era fortalecer la cultura local, la decisión parece caminar en sentido contrario: menos comunidad, menos acceso y más burocracia. La Orquesta Infanto Juvenil, que alguna vez fue símbolo de inclusión, hoy corre el riesgo de convertirse en una escuela de música para unos pocos.
