

Uno de los pensadores de la libertad del siglo XIX, uno de los más importantes, se llama John Stuart Mill, que tiene una basta obra, entre los que se destaca uno, que se
llama On Liberty (Sobre la Libertad).
Este es uno de los textos que fundamenta que la idea de la libertad es muy importante y que trae prosperidad y bienestar en general, pero que debe ser ejercitada en varios
aspectos de la vida. Mill, es un liberal que sostiene todas estas ideas, aun cuando el liberalismo comenzó a convertirse en mala palabra, cuando en el nombre del liberalismo hicieron diversos desastres y torturas. Era una persona que celebraría muchos de los avances que hoy tenemos como sociedad pero que a la vez hay que perfeccionar la aplicación de estos avances.
La filosofía de John Stuart Mill, se puede resumir en la puesta en práctica de las tres partes del eslogan de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Estos ideales serán implementados en una doctrina de filosofía práctica denominada utilitarismo, que pregona causar la mayor felicidad posible a la mayor cantidad de gente posible.
En el texto On Liberty, John Stuart Mill, explora hasta los más mínimos detalles, en qué consiste la idea de libertad. Explora esta idea, desde la intuición de lo que sea en los hechos de la libertad, en especial, anglosajona, y lo usa para criticar el paradigma ético de Kant.
Al comienzo de la obra mencionada, nuestro autor, comienza que los derechos, deberes y garantías nacieron contra los reyes, y que nacieron del esfuerzo de los gobernados que les iban pudiendo arrancar a los reyes diferente concesiones respecto de sus derechos, promesas de que esos derechos iban a regir. Esta postura encuentra una disputa con ciertos “demócratas” (como Bentham) según el cual si el pueblo manda ya no son necesarias las garantías que ese mismo pueblo había montado frente al rey. Mill refuta esta postura con dos razones: primero, no todo el pueblo está representado en el gobierno porque la mayoría no son todos; segundo, la minoría no representada necesita derechos y garantías igual que contra el rey. Por que se pueden vislumbrar dos tiranías que son igualmente insoportables: la primera, es la del rey, y, la segunda, la de la opinión dominante: ambas pueden ser tan opresivas como la del gobierno individual. Mill sostiene que la libertad es el autogobierno, esto es, el control que tengo sobre mí mismo; pero, si esto lo ejerzo sobre otra persona, le cambia el nombre, y le llama “poder”. El gobierno tiene que legislar sobre el poder, pero no sobre la libertad. Solo puede frenar aun individuo en la medida que este quiera gravitar sobre otro. Nunca debe entrometerse en la forma que cada uno resuelve su vida. Acá se nos muestra la frontera: el poder de los individuos admite la regulación del poder del Estado. Justamente, este se ejerce para impedir que los “poderosos” avasallen la libertad de sus vecinos.
La soberanía es individual: cada individuo es soberano de sí mismo, y esto tiene dos grandes alcances: yo soy soberano de mí mismo y puedo contratar con otro. Al contratar puedo ampliar el círculo de mi acción.
Respecto de la libertad de opinión, Mill sostiene casi en el extremo: “Silenciar una opinión es robar a la humanidad porque, si es verdadera, se roba a la humanidad una verdad, y si no lo es, se roba a la verdad la mayor fuerza que hubiese obtenido gracias al choque y la colisión con el error”. La variedad de opiniones siempre es buena porque o trae una nueva verdad u obliga a la verdad a competir y hacerse más profunda y convincente. Si yo anulo una opinión, robo ala humanidad alguno de los dos efectos, y se pregunta porque las Iglesias son fuertes al principio, porque tienen que competir, y luego son verdades institucionales.
Mill también sostiene, que “la libertad absoluta de las opiniones se convierte en libertad limitada de las acciones”. Mill acuerda con Kant en que la ilustración se puede opinar con libertad de cualquier tema, pero esta opinión es censurable cuando se cae en la instigación, es decir, cuando la opinión motoriza una acción punible.
En este texto On Liberty (Sobre la libertad), tiene un capítulo (que tiene gran centralidad) que se llama “On Individuality” (Sobre el individuo), porque plantea una concepción individual bastante revolucionaria y disruptiva. Mill plantea “allí donde se ejercita la costumbre solamente por serlo… esto es malo porque no se ejercita el músculo de la actividad mental en torno de la necesidad de optar…”. El individuo, su capacidad de optar, es una fuente formidable de energía que, si se libera, provocará, es cierto, algunas pérdidas, por el consiguiente desorden, pero mayores ganancias por lo que creará. Esta contabilidad anticipada, esta fe, típicamente liberal: creer “a priori” que de la libertad vendrán más ventajas que inconvenientes.
En este célebre ensayo, Mill propone mostrar, y, también aclarar, donde se encuentran los límites que la actividad controladora del Estado no debe traspasar, es decir, que este planteo es sumamente novedoso en esta época, y, en esta época del mundo moderno, porque hasta entonces por libertad se entendía la protección contra la tiranía de los gobernantes. Estos eran un grupo diferente de aquellos a quienes gobernaban, y era posible que terminaran atacando a quienes se suponía que tenían como misión proteger.
Por eso la libertad consistía en poner límites al poder de los gobernantes, estableciendo ciertos derechos que pertenecían al pueblo y que el gobierno debía respetar. Se admitía que, de no ser así, la rebelión estaba justificada.
Como inflexión que desde esta época surgen los gobiernos representativos, que tienen base en las ideas contractualistas (y, también, liberales) que plantean Hobbes, Locke y Rousseau, donde se plantea que cada uno es gobernado por todos los demás, y que aquellos que ejercen el poder no siempre son los mismos que aquellos sobre quienes se
ejerce. La voluntad del pueblo significa en realidad la voluntad de la mayoría del pueblo, y esa mayoría puede desear oprimir a otra parte del mismo. Por lo tanto, limitar
el gobierno sobre el individuo es un asunto que no pierde su importancia por el hecho de quienes ostentan el poder tengan que rendir cuentas a la comunidad, o como afirma John Stuart Mill de manera muy acertada, “al partido más fuerte de la misma”.
En todo este texto, John Stuart Mill, tiene como premisa subyacente en donde poner el límite al control social o al control legislativo sobre la independencia individual. Mill plantea una respuesta un tanto tomada desde La Biblia y también desde la filosofía de Platón a través del personaje Sócrates y con lineamientos en el epicureísmo, que consiste en que los demás deben comportarse como a uno le gusta que lo hagan. Pero se le plantea la objeción que en el fondo todas las personas somos déspotas que aspiramos a que los demás deben comportarse como nosotros queremos, y que al final por la mera fuerza del poder se acabará consolidándola opinión de la mayoría. Mill ofrece enseguida la respuesta a esta objeción diciendo que este principio se debe entender en el marco de una sociedad civilizada.
Mill establece una “escalera” de derechos: en primer lugar, la libertad de pensamiento; en segundo lugar, es la libertad de acción; y, en tercer lugar, la libertad de asociación que se encadenan entre ellos.
