

El locutor del noticiero pronunció la palabra “flotilla” con la solemnidad de quien anuncia erupciones volcánicas. Luego aparecieron imágenes: activistas sobre cubierta haciendo coreografías, banderas agitadas, “hashtag solidaridad” y un comunicado asegurando que Israel los había atacado con drones que tiraban… bombas de olor. Sí, bombas de olor. Quien escribió ese guión parece haber mezclado 1984, Les Luthiers y el marketing de cosmética. Me quedé esperando que el conductor se quitara las gafas, se riera y dijera: “Perdón, esto es una parodia”. Pero no: fue real.
La Flotilla Global Sumud zarpó hacia Gaza con la narrativa de la épica humanitaria. En la cubierta, música, influencers, banderas palestinas, poses que podrían servir para catálogos de ropa: militancia boutique. Todo preparado para la foto, para el story. Detrás, una estrategia con financiamiento y dirección ideológica clara, y gobiernos que se disputan quién la denuncia más fuerte, pero casi nadie quién la fiscaliza. Lamento si en los siguiente párrafos llego a ser algo autorreferencial, es una especie de “no me digan que no les avisé”.
Barbie de Hamás, Greta, performances y el show internacional
La “Barbie de Gaza”, Ana Alcaide, se convirtió en protagonista perfecta del álbum visual global: maquillaje estudiado, frases grandilocuentes, poses solemnemente emocionales, cancioncitas ridículas compuestas por chat GPT después de unas copas. Greta Thunberg hizo acto de presencia en el escenario mediático, comiéndose los mocos y declarando un trato inhumano por parte de la fuerza israelí que nadie pudo creer. Algunos críticos la acusaron de posar para la causa, de usar la solidaridad como accesorio de imagen, pero la evidencia muestra que Greta solo quería otro sándwich de pastrami israelí. Es más, las inspecciones posteriores a las embarcaciones prueban la inexistencia de ayda humanitaria, parece joda (decimos por acá), pero no. El guión estaba trazado: rostro famoso + mensaje simple = atención viral asegurada.
En Valientes de teclado III analicé cómo las luchas digitales se vuelven psicopatologías sociales: indignación enlatada, espectáculo, performance en vez de acción. Y en De la esvástica a la bandera palestina mostré cómo el antisemitismo antiguo se viste de antisionismo hoy, reapareciendo con nuevas máscaras. Este episodio lo confirma punto por punto: barquitos de papel, hashtags, influencers, y tragedias reales que parecían lejanas hasta que tocaron puerta.
Hablando con los que saben
No quiero que suene como “argumento autoritario”, pero consulté al Capitán de Navío Alberto Ballestrino, profesor de estrategia militar. Su voz corta la boina de humo: la actuación de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) ante la flotilla puede ser justificada bajo la figura de “Control de Aguas Jurisdiccionales, con su correspondiente dotación de visita y presa” si existe evidencia de que los barcos no eran inocentes, es decir, si actuaban en colaboración o bajo dirección de hamás, cosa que se comprobó (ya llegaremos a eso). Él certifica que hay doctrinas navales con precedentes para interceptar embarcaciones que dejan de ser civiles cuando se insertan en una dinámica militar adversaria del país ocupante. Esa acreditación es suficiente para desmontar buena parte de las acusaciones que pintan la intercepción como una violación unilateral del derecho internacional. Más aún luego de la advertencia correspondiente.
No necesito entrar en pormenores, la autoridad académica basta para decir que la operación israelí, no es automáticamente ilegal. El cuestionamiento moral es el espacio donde la flotilla opera, como espectáculo, como performance, no como puente de paz.
Lo que oculta el show
Porque detrás del show hay hechos feos. Israel acusa, con pruebas presentadas en varios comunicados oficiales, que la flotilla recibió financiamiento de redes vinculadas a Hamás. No es teoría conspirativa, es parte del expediente público. No basta con decir “ayuda humanitaria”, si detrás de esa frase se esconden recursos y apoyo logístico para grupos que han cometido masacres, crímenes sexuales y secuestros. Eso transforma la narrativa.
En el primer Valientes de teclado: El antisemitismo en la era del anonimato digital, describí cómo discursos de victimizaciones mediáticas infectan la sensibilidad general, y cómo lo que se normaliza en hashtags se traslada a aceptación romántica del dolor ajeno. El estilo melodramático que se impone ahora no es inocuo.
Del performance al atentado real: Manchester
La performance mediática, al final, tiene consecuencias reales. El 2 de octubre de 2025, durante Yom Kipur (el día más sagrado del calendario hebreo) en Manchester, ocurrió un atentado frente a la sinagoga Heaton Park Hebrew Congregation en Crumpsall. Un hombre atropelló con un auto a personas que llegaban al templo, luego apuñaló a los que pudo, llevaba lo que parecía un chaleco con detonadores explosivos y fue abatido por la policía. Dos hombres fallecieron: Adrian Daulby, 53, y Melvin Cravitz, 66.
Tres personas resultaron gravemente heridas. Fue declarado atentado terrorista. Manifestantes pro-Palestina difundieron comparaciones con este episodio para criticar reacciones de gobiernos que “condenan” sin profundizar, como los que condenan a Israel por la flotilla mientras minimizan la violencia callejera motivada por discursos similares al que la flotilla ayuda a propagar. Aquí no se trata de señalar a un bando exclusivamente: se trata de trazar la línea entre el legítimo sufrimiento y el uso político de la victimización.
Este atentado no salió de la nada. Sale del caldo de cultivo que performance, indignaciones virales y mensajes simplistas permiten germinar. Y yo lo había advertido: en La caja de Pandora digital: antisemitismo, sesgos cognitivos y la trampa algorítmica, expliqué cómo la exposición repetida al discurso antisionista como discurso moral, sin crítica ni matices, baja los controles éticos y legitima el odio.
Gobiernos, símbolos y complicidades
Los gobiernos tienen roles híbridos: critican, llaman al diálogo, prometen investigaciones, pero muchas veces participan en la performance simbólica mejor que en las acciones reales. En Uruguay, por ejemplo, Israel Lubetkin (canciller) se reunió con familiares de integrantes de la flotilla, la bancada del Frente Amplio sacó barquitos de papel con la bandera palestina en el parlamento: simbólico, complaciente, poco efectivo. No basta protestar con origami, hace falta exigir pruebas, exigir transparencia, exigir responsabilidad.
Mientras tanto, muchos estados prefieren hablar de ilegalidades inespecíficas de Israel, sensibilidad diplomática y violaciones del derecho, pero muy pocos se ocupan de prevenir que discursos performativos —como los de la flotilla— alimenten antisemitismo o inspiren radicalización violenta. En España, Pedro Sánchez aprovechó la ocasión como cortina de humo. Con los tribunales respirándole en la nuca y su esposa enfrentando investigaciones por tráfico de influencias, nada mejor que ondear banderas palestinas en el Mediterráneo para distraer a la opinión pública. Lo que en cualquier democracia sería un escándalo, aquí se convirtió en gesto “progresista”.
Farsa y responsabilidad
La Flotilla Sumud pasará a la historia no como hazaña humanitaria sino como un sketch político de importación: Barbie de Hamás, Greta militante, canciones ridículas y desafinadas, drones olorosos, fotos dramáticas, financiamientos opacos, gobiernos simbólicos. No olvidemos que detrás de los filtros hay muertos. Detrás de la pose hay heridas. Detrás del “nosotros somos los buenos” muchas veces no hay más que eco de viejos odios reciclados.
Cuando Ana Alcaide sonríe para la cámara, cuando los influencers se unen al coro, cuando gobiernos con discursos blandos celebran la estética del sufrimiento, alguien está sembrando lo que luego brota en sangre. Como Manchester muestra: la performance mediática, el discurso victimista sin concreción, puede terminar en atentado real.
Mi línea es siempre la misma: no podemos permitirnos romantizar el dolor, ni usar hashtags en vez de justicia, ni selfies en vez de memoria. Quien quiera vender la fábula del barco pacífico, que por lo menos muestre los estados de cuenta, los correos electrónicos, los vínculos. El peligro no está en los barcos, sino en la facilidad con que tantos aplauden el teatro y olvidan la sangre. Esa es la verdadera derrota: cuando el odio logra disfrazarse de fábula y el público, encantado, paga entrada para aplaudirlo.
Referencias
Manchester sinagoga: atentado y reaccion internacional
- Reuters. “UK police say officers accidentally shot victim who died in synagogue attack.” Reuters
- The Guardian. “Three more arrests in synagogue attack investigation; Lammy heckled at vigil …” The Guardian
- AP News. “Man kills 2 in car ramming and stabbing attack at Manchester synagogue …” AP News
Artículos citados
- Filipiak, Yair. Valientes de teclado: El antisemitismo en la era del anonimato digital. Faro de Occidente.
- Filipiak, Yair. De la esvástica a la bandera palestina: el odio reciclado. El Censor, Argentina. Faro de Occidente.
- Filipiak, Yair. Valientes de teclado III: psicopatologías sociales. El Censor, Argentina. Faro de Occidente.
- Filipiak, Yair. Valientes de teclado II: Los sesgados. La caja de pandora digital: antisemitismo, sesgos cognitivos y la trampa algorítmica. Faro de Occidente.
Entrevista
- Grabación de entrevista con el Capitán de Navío Alberto Ballestrino, 2025.
Fuentes sobre la flotilla
- Ministry of Foreign Affairs de Israel — “Statement regarding the Hamas flotilla (‘Sumud’)”
- Artículo/tuit del Foreign Ministry relativos a documentos en Gaza que prueban financiamiento de Hamás para la flotilla.
- Declaración de Gideon Sa’ar (Ministro del Exterior de Israel) sobre la flotilla rechazando mediaciones y acusando a los organizadores de favorecer a Hamás.
