

En el sitio de noticias Nodal, una nota titulada «Milei perdió las elecciones bonaerenses: ¿Por qué el Agro eligió al peronismo?» Desde el equipo de BioNodal aseguran que analizaron los resultados de las elecciones legislativas de Buenos Aires en diálogo con Javier Rodríguez, Ministro de Desarrollo Agrario Bonaerense.
El artículo plantea que el “agro eligió al peronismo” en las elecciones bonaerenses y lo explica a partir de un supuesto alineamiento entre productores rurales y las políticas del gobierno provincial. Sin embargo, el razonamiento incurre en una simplificación peligrosa: asumir que “el campo” es un sujeto político unificado, capaz de determinar por sí solo el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires.
En primer lugar, el sector agropecuario organizado políticamente es minoritario. Sus representaciones gremiales —sociedades rurales locales, federaciones, cooperativas— expresan una fracción muy específica del universo productivo, y su peso electoral directo es reducido frente al conjunto de votantes de la cuarta sección electoral. No existe un “partido del campo” ni un bloque político homogéneo que lo represente: en las últimas dos décadas, las patronales agrarias oscilaron entre el antikirchnerismo, el macrismo, el radicalismo y, en menor medida, acuerdos circunstanciales con sectores peronistas.
En segundo lugar, los números de la cuarta sección relativizan la tesis del “campo peronista”. Sumando a toda la oposición (radicales, macristas, vecinalistas, libertarios), el resultado arroja alrededor de 60%, mientras que el peronismo alcanza el 40% gracias a un escenario de tres tercios en el que SOMOS equiparó al segundo lugar y fragmentó el voto opositor. El triunfo del peronismo, en ese marco, no expresa un corrimiento masivo del agro hacia Kicillof, sino más bien un juego de divisiones internas en la oposición que habilitó una victoria relativa.
Por otro lado, reducir la lectura electoral a la relación gobierno–campo invisibiliza otros factores: la movilización de empleados públicos, sectores sindicales, organizaciones sociales y trabajadores urbanos que también pesan en las ciudades intermedias del interior. La tesis del “campo peronista” corre el riesgo de ser un relato autocomplaciente que sobredimensiona un sector específico y minimiza la complejidad del voto bonaerense.
En definitiva, más que un “giro del agro hacia el peronismo”, lo que se observa es un mapa opositor disperso, un oficialismo que logra retener base en un escenario de crisis nacional, y un electorado rural mucho más heterogéneo de lo que suponen los discursos. La idea de que “el campo eligió al peronismo” es, en todo caso, una narrativa política funcional para legitimar políticas en curso, pero difícil de sostener con datos duros.
