

La risa de un niño tiene la fuerza de torcerle el rumbo a cualquier tarde gris. En esa inocencia compartida, la familia encuentra refugio y la comunidad, un motivo para unirse.
La solidaridad, cuando se pone al servicio de los más pequeños, deja de ser un concepto abstracto para convertirse en abrazos, juegos, caramelos y juguetes que iluminan ojos sorprendidos.
Porque si hay un día que recuerda la importancia de cuidar y celebrar la niñez, es el Día del Niño, y en el barrio Mitchel se vivió con toda la fuerza de esa alegría.
El domingo 17 de agosto, las calles del barrio se llenaron de colores y música en una jornada organizada por la asociación “Acceder”, “Casa Pueblo” y el comedor “Felices los Niños”. Allí, entre peloteros inflables, pochoclos recién hechos, juegos, sorteos y hasta un servicio de corte de pelo gratuito, las familias compartieron una tarde que fue mucho más que una fiesta: fue un recordatorio de que la niñez merece ser cuidada con gestos concretos.
Cada sonrisa fue multiplicada con los juguetes que se entregaron de regalo, en un gesto de ternura y compromiso que marcó la diferencia. Mientras los chicos corrían de un juego a otro, las madres y padres acompañaban con mate en mano, celebrando no solo a sus hijos sino también a la posibilidad de construir comunidad.
En un tiempo donde a menudo abundan las preocupaciones, el barrio Mitchel eligió mostrar que la solidaridad es capaz de crear un espacio distinto, donde la risa infantil manda y donde, al menos por un día, la felicidad se vuelve contagiosa y compartida.
