

Basural, privilegios y nervios: la tragicomedia municipal
En Bragado, la política local parece más una obra de teatro que una administración de gobierno, y anoche el Concejo Deliberante ofreció otra función de esas que harían sonrojar hasta a un actor de radioteatro.
Todo comenzó con un documento enviado a la Comisión de Calidad de Vida.
El oficialismo, siempre tan creativo para esquivar problemas, informó —por intermedio del encargado del basural a cielo abierto, un señor Fernández— que recibiría a los concejales… después de las elecciones.
¿La razón? Una orden directa del mismísimo intendente Sergio Barenghi, quien al parecer cree que la basura puede esperar, pero las urnas no.
Con ese papel en la mano, el concejal Labaqui decidió encender la mecha. Pidió una moción de privilegio para exponer lo que calificó como la última excentricidad del gobierno municipal peronista. Y ahí empezó el espectáculo.
El concejal Germán Marini, guardián del manual de disciplina partidaria, entró en escena con una actuación digna de un premio a la sobreactuación. Nervioso, autoritario y dispuesto a ignorar cualquier formalidad, se lanzó a defender lo indefendible, como si de ello dependiera que el sol salga mañana. Su tono, mezcla de reto escolar y sermón de sobremesa, dejó claro que en el oficialismo las críticas se toleran… siempre que no existan.
Mientras tanto, el basural sigue ahí, a cielo abierto, y los vecinos siguen preguntándose si algún día podrán ver a sus representantes discutiendo soluciones en lugar de protagonizar capítulos de esta interminable comedia política, donde el guion siempre se repite: Barenghi manda, Marini defiende, y la basura… espera turno.
Las formas Marini sabe perderlas con Labaqui.
