
Cuando la acusación rebota: Monzón y el tiro por la culata contra El Censor

Este lunes, la concejal Daniela Monzón volvió a mostrar su costado más impulsivo —y menos riguroso— al calificar a Diario El Censor como “un medio mercenario” durante una entrevista en una radio local. La frase, lanzada con liviandad, pretende deslegitimar al medio que, a diferencia de otros, ha optado por ejercer el periodismo con independencia y sin arrodillarse ante el poder de turno.
Pero las palabras de Monzón, lejos de ser un desahogo espontáneo, se chocan de frente con un dato irrefutable: existe un audio suyo en el que reconoce mantener vínculos cercanos y estratégicos con periodistas locales, en especial con quienes la favorecen políticamente. En ese registro de voz, Monzón afirma, sin pudor:
“Nono, el que me pidió que lo saques por favor, es María Luján. Porque el esposo, Juan Carlos… es el que me pasó la data, y es verdad que es la que me pasa toda la información peroncha. Que la sacaras porque él era un simple periodista que estaba ahí”.
La confesión, más allá del tono coloquial, revela algo más profundo: la existencia de un entramado de conveniencias entre la dirigente y ciertos actores del periodismo local. Una red de favores, protección mutua y operaciones políticas encubiertas bajo la forma de «información».
Por eso, sorprende —aunque no tanto— que Monzón se atreva a hablar de “medios mercenarios” cuando es ella quien paga publicidad de su farmacia en la mayoría de los portales y radios de la ciudad, y cuando esos mismos medios son los que han difundido noticias sobre ella que luego no se comprobaron como ciertas, como el caso de la ambulancia que supuestamente gestionó y que jamás llegó.
Los hechos importan. Y es importante recordarlos. A Monzón se la ha elogiado en titulares por gestiones nunca concretadas, se la ha mostrado como promotora de causas sociales sin que las estructuras públicas cambien. Todo eso se sostuvo con notas suaves, coberturas complacientes y omisiones funcionales. Pero cuando un medio decide no entrar en esa lógica, cuestionar lo que otros callan y señalar lo que no cierra, entonces el adjetivo fácil aparece: “mercenario”.
Lo cierto es que El Censor no cobra favores ni ajusta la línea editorial al ritmo de la pauta. Y es eso, precisamente eso, lo que incomoda a quien prefiere el halago automático antes que la crítica fundada.
Monzón debería recordar que no se puede hablar de libertad de prensa solo cuando los medios la elogian. Y mucho menos acusar de “mercenarios” a quienes no se prestan a blindajes ni acomodos. Si hay algo que compromete la ética pública, no es la existencia de periodistas críticos, sino el uso instrumental de los medios como herramientas de propaganda personal.
Y en esa práctica, hay quienes tienen experiencia. Y audios:
