

En el siempre sorprendente cierre de listas bonaerenses, que incluyó cortes de luz dignos de realismo mágico y negociaciones de última hora, emergió un nombre que mezcla redes, cosplay y militancia libertaria: Candela Vidal, reconocida cosplayer devenida flamante candidata a concejal por La Libertad Avanza en Tres de Febrero. Si la voluntad popular la acompaña, el Honorable Concejo Deliberante sumará pronto a alguien cuya experiencia política se mide, sobre todo, en seguidores, posteos y disfraces cuidadosamente producidos.
Vidal agradeció en redes sociales a Karina Milei, hermana del presidente y arquitecta del armado libertario, y prometió “llevar el fuego liberal a cada rincón del distrito”. Su vínculo más visible con la política real parece ser la amistad –o sociedad digital– con la diputada nacional Lilia Lemoine, con quien comparte afición por el cosplayer, grupos de WhatsApp y alguna que otra estrategia de guerrilla tuitera.
No faltan ironías cuando se repasan los antecedentes: además de fotos caracterizando personajes de anime y una militancia digital que incluye críticas furiosas contra la vicepresidenta Victoria Villarruel –alineadas con los exabruptos de Lemoine–, su aporte más concreto a la causa republicana son publicaciones de mangas generados íntegramente con inteligencia artificial y campañas solidarias con animales callejeros.
Sus defensores, autodenominados “termos”, justifican su inclusión en la lista con argumentos que oscilan entre la lealtad doctrinaria y el alivio de no ver a “los mismos de siempre”. “Por lo menos no vivió cuarenta años del Estado”, repiten, como si la política se redujera a una cuestión de casting.
Mientras tanto, la candidatura de Vidal confirma que, en tiempos de redes, un cosplayer exitoso puede valer tanto como un currículum; que la estética suple a veces a la propuesta; y que la construcción de poder incluye, hoy, filtros, posteos virales y personajes inventados para polarizar debates. Así, la política argentina sigue ampliando su catálogo: entre militantes, influencers y trolls, la frontera entre el espectáculo y la deliberación pública parece cada vez más difusa, casi tan maleable como un disfraz bien logrado.
Fuente : Real Politik
