

El espacio que lidera el gobernador Axel Kicillof pierde el impulso llegando la elección, van cediendo los lugares, el control y los distintos armados.
Hay muchas chances de que Julián Domínguez se quede con el lugar predilecto en la cuarta, y Germán Lago quede relegado, aunque no lo confirman, el apoyo mayoritario claramente es para el referente de Chacabuco.
El peronismo —que siempre parece unido hasta que se le cae el último café del termo— también tiene lo suyo. Hay cuatro sellos que deben repartirse los primeros lugares en la lista como quien reparte empanadas frías en una unidad básica sin luz: Frente Renovador, La Cámpora, Derecho al Futuro y ahora el Morenismo.
Todo lo definen en una mesa “práctica”, donde la meritocracia brilla por su ausencia y el pragmatismo se impone como regla: vos ponés un concejal, yo pongo una suplente, él pone los carteles. Así se arma una lista.
Mientras todos negocian, Axel Kicillof lanzó su propia corriente política, que por supuesto no se llama “Vamos Axel” pero podría. Aspira a ser presidente en 2027, porque ser gobernador ya le parece aburrido. Su prioridad es una sola: quedarse con la lapicera. La mítica, la sagrada, la que define listas.
Por otro lado, La Cámpora —con Máximo Kirchner como escriba supremo— va a manejar las listas, lo confirmaron en los pasillos. Dicen que el efecto CFK ya no garpa como antes, pero una estructura clientelar nunca pasa de moda. Como las botas de cuero o los colectivos sin aire.
Y mientras Katopodis y compañía aseguran que todo está “decantado”, la verdad es que nadie sabe quién escribe, pero todos quieren firmar.
