
La semifinal entre Mechita y Salaberry dejó mucho más que un 2 a 0 en la ida. En los pasillos del fútbol bragadense, se gestó un segundo tiempo invisible pero igual de picante: el de la bronca, la sospecha y las preguntas sin responder. Y en el centro del debate, una cancha recién habilitada —demasiado justo, demasiado conveniente— para el partido de vuelta.
Desde la hinchada de Mechita no se quedaron callados. Con bombos, banderas y un grito que resonó más allá de la tribuna, dejaron clara su indignación:
“¡A nosotros nos midieron con lupa, y ahora habilitan una cancha de apuro para una semi! ¿Dónde está la APREVIDE?”, se preguntó un viejo simpatizante que no se pierde un partido .
Los cánticos se volvieron pancarta y las pancartas, casi declaración judicial:
“Municipio, Liga, Comité de Árbitros, Tribunal de Disciplina… ¿quién firma esto? ¿Quién garantiza la seguridad? ¿Quién se hace cargo si pasa algo?”
En el primer encuentro, Salaberry sacó ventaja de dos goles. Pero la verdadera jugada polémica no estuvo en el área chica, sino en las oficinas del poder. Según fuentes cercanas al club, la cancha de Salaberry fue habilitada “de palabra” por el Municipio, sin que haya constancia clara del aval de APREVIDE, el organismo provincial que debe autorizar eventos de esta envergadura.
“Nos sacan hasta las banderas, les pidieron papeles hasta al que vende choripanes, y ahora resulta que allá se juega como si nada. No se trata de llorar, se trata de justicia”, dijo uno de los referentes de la parcialidad mechitense, mientras repasaba viejas actas con el dedo manchado de mate.
La sensación general es que Mechita juega en desventaja, no sólo deportiva, sino institucional. Como si el reglamento fuese flexible según la camiseta. Como si el peso del escritorio valiera más que el de un gol siempre.
Por eso, entre gargantas calientes, se escuchó la frase más repetida de la jornada:
“¿Quiénes son los responsables del Municipio que firmaron esto? Queremos nombres. Preguntamos como buenos ciudadanos.”