

La Municipalidad de Bragado, encabezada por Sergio Barenghi, ha encontrado una nueva forma de hacer política: destruyendo escapes de motos en actos públicos, como si el problema vial se resolviera con una moladora y una cámara de fotos.
Según el parte oficial, se trató de la destrucción de 115 caños de escape antirreglamentarios, pertenecientes a motos ya retiradas por sus dueños tras pagar la multa correspondiente. Lo curioso es que no hay novedades sobre la reducción de accidentes, la planificación del tránsito, o la educación vial, pero sí hay tiempo para montar una performance que parece sacada de un reality de “justicia rápida”.
¿Desde cuándo el ordenamiento vial se mide por el volumen de ruido que hace una topadora? ¿Qué cambio real produce este “operativo”? Ninguno. Es puro simbolismo hueco, una especie de misa laica donde se sacrifica un fierro en nombre del orden.
Mientras tanto, los verdaderos problemas del tránsito siguen igual o peor: calles sin señalizar, esquinas sin semáforos, choques cada fin de semana y, lo más grave, una gestión que cree que gobernar es acumular escenas de impacto para las redes sociales.
El acto no es malo por lo que muestra, sino por lo que oculta: la falta de política integral, la ausencia de datos serios sobre seguridad vial, y el afán de seguir distrayendo con acciones vistosas mientras el Estado municipal se descompone por dentro.
Más que una solución, fue una puesta en escena. Como si destruir escapes pudiera tapar el ruido de una gestión que ya no encuentra el camino.
