
En una ciudad donde los baches florecen como margaritas silvestres y las luces del alumbrado público titilan como la economía nacional, la Municipalidad de Bragado ha encontrado su causa heroica: la cruzada por el tránsito.
Y como toda cruzada que se respete, esta tiene sus santos, sus pecadores, y —por supuesto— sus diezmos.
Durante más de un año, sin juez de faltas, se desplegó un operativo de control urbano digno de una superproducción de Netflix: camionetas, conos, agentes anaranjados con silbato en ristre y una sola consigna sagrada: ¡recaudar!
Y vaya si lo lograron. Las multas no solo fueron altas: fueron confiscatorias, más caras en algunos casos que los propios vehículos a los que castigaban. Era la versión municipal del “te lo llevás puesto, pero te lo cobramos igual”. Todo en nombre de una supuesta seguridad vial que —como muestran los datos— no redujo ni un rasguño en la estadística de accidentes.
Eso sí, los discursos florecieron. Desde lo alto del podio, funcionarios de tránsito con delirio de gendarmes lanzaron proclamas que confundieron prevención con prepotencia. Y el mensaje caló hondo: se dice que algunos agentes ya están en la mira judicial por pasarse de revoluciones y terminar a las piñas con vecinos. El tránsito, evidentemente, no es un ring, pero para algunos fue un campo de batalla ideológico con culatazo incluido.
El punto más bochornoso de esta opereta fue, sin dudas, el circo de los cascos regalados. Porque no hay nada más insólito que montar un acto institucional para entregar un accesorio que ni siquiera compraron ellos, como si fueran las sandalias del bienestar. Algunos esperaban hasta que salieran volando palomas blancas. No ocurrió.
Y ahora, cuando el humo del show se disipa, los empleados de tránsito denuncian que ni siquiera les pagan horas extras. El gremio STM, con Castaño a la cabeza, los salió a defender, no por heroísmo, sino por hartazgo. Porque hasta la épica más absurda se cae cuando ni los propios soldados reciben ración.
Mientras tanto, la imagen del gobierno municipal se desvanece como pintura barata bajo la lluvia. Se esforzaron tanto por mostrarse firmes con los motociclistas que se olvidaron el equilibro a la hora de gobernar Bragado. Pusieron todo el empeño en la caja, y ninguno en el respeto. Querían controlar el tránsito, y terminaron atropellando su propia legitimidad.
La próxima vez, en vez de multar, quizás puedan pensar. O al menos, poner el freno de mano antes de seguir cuesta abajo.