
En Bragado, donde todo parece casual pero nada lo es, los millones siguen girando como fichas de casino en manos de pocos jugadores. Esta vez, el nuevo nombre en la ruleta es Gabriel Vullien. Amigo íntimo de José Luis Quarleri, presidente del Club Social y Deportivo Mechita, y, cómo no, proveedor estrella del municipio: más de 55 millones de pesos facturados en 2024. Nada mal para un club chico con amigos grandes. Vullien además tiene vínculos con el intendente de Alberti German Lago, y fue uno de los tantos que blanqueo públicamente las operaciones politicas de Alan Scacchi, un seleccionador de Kirchneristas, que ignoran que los que pagan impuestos son de distintas ideologías.
La amistad con Quarleri no es de ahora. Viene desde los tiempos de candidaturas frustradas, cuando en 2019, en medio del armado electoral que terminó en derrota para Sergio Barenghi, Quarleri aseguraba que Vullien iba a ser el delegado de Mechita. No lo fue, al menos formalmente. Pero el vínculo se mantuvo firme, como los contratos municipales. Vullien no está solo en el podio. Se suma a la ya escandalosa figura de Camilo Urrijola, el “súper proveedor” que se llevó lo suyo en silencio hasta que el volumen fue demasiado grande para esconder. ¿Coincidencia? No en Bragado. Acá todo cierra: amistades políticas, favores cruzados, clubes como pantallas, delegaciones prometidas, y millones que siempre terminan en los mismos bolsillos.
Vullien fue además quién reunía a los vecinos de Mechita, en su militancia activa para la campaña del 2023 para Sergio Barenghi.
Hace unos años atrás se presentaba como galguero, y en esos momentos renegaba de las injusticias de las políticas confiscatorias.
El actual presidente del club de Mechita, en la última elección de la Liga, obviamente votó en contra de uno de los ídolos del Club, Diego Moreno, motivado seguramente por sus amistades políticas, y 55 millones de razones más…
José Luis Quarleri, por su parte, eligió hoy el micrófono amigo. En los medios que suelen repetir sin filtro los partes de prensa municipales, apareció exaltado, desbordado, casi al borde del acting. Atacó con vehemencia a Nicolás Araujo, concejal opositor, insinuando sin pruebas que cobra “retornos”. Quarleri no negó su vínculo con Urrijola. No pudo. Pero en vez de explicar, advirtió. Dejó ver que todo se sostiene en un pacto de silencio, donde nadie pisa a nadie porque todos tienen algo para mostrar. Si la lógica del poder es “la ocasión hace al ladrón”, entonces Quarleri se cuida porque sabe de qué está hecho el juego.
¿Es él quien idea las operaciones internas? ¿El que escribe, sugiere, o empuja a otros a firmar textos para ensuciar a trabajadores municipales? ¿Fue su dedo el que señaló a María Villavicencio cuando dentro del gobierno empezaron a marcarla con “dudas”? Nada explicó. Solo dejó claro que el oficialismo juega al borde del chantaje mutuo, un equilibrio inestable donde el que habla demasiado, pierde.
Mientras tanto, el club sigue en pie, las licitaciones corren, y los nombres se repiten. Como en una ronda cerrada, donde solo bailan los que tienen el carnet de amigo.