
Editorial : Moises Vasquez
¡Ah, la interpelación! Esa noble herramienta de la democracia, pensada para iluminar las zonas oscuras del poder, terminó en Bragado convertida en una linterna sin pilas. La concejal Daniela Monzón, en un arranque de creatividad que ni ella parece tomarse en serio, presentó una solicitud para interpelar al intendente Sergio Barenghi. Pero no nos engañemos: no se trata de buscar respuestas, sino de fabricar un espectáculo de baja intensidad. Un simulacro. Un acting. Un numerito armado con el mismo rigor con el que se organiza un cumpleaños sorpresa… pero sin torta.¿Quién escribe el guion de esta tragicomedia municipal? Nada menos que el propio Ejecutivo. Porque acá no se improvisa: se actúa con cinismo quirúrgico. Primero, garantizan la ausencia estratégica de un concejal —casualmente en la sesión donde había que definir el futuro de un presidente del Concejo más golpeado que adoquín de vereda céntrica. Después, frente al escándalo y el murmullo, tiran el hueso de una interpelación. Muerdan, vecinos, muerdan. Y claro, el final ya está escrito, como telenovela mala de las cuatro de la tarde: la interpelación será rechazada. No por falta de motivos, sino por exceso de votos. Se dirá que es “institucionalmente improcedente”, que “no hay elementos suficientes”, que “no es el momento adecuado”. Se dirá, en fin, cualquier cosa, menos la verdad: que es un show montado para ganar tiempo y perder vergüenza. Y mientras tanto, los concejales de la oposición , que no se presten al circo, y hagan lo que debería hacer la política de verdad: decir que el emperador está desnudo. Que no hay control, ni debate, ni coraje. Solo una coreografía de cartón pintado, hecha para que parezca democracia cuando lo único que hay es complicidad. No se pide heroicidad, apenas un poco de honestidad. Porque Bragado no necesita más escenas actuadas. Ya tuvimos bastantes funciones de esta obra triste. Lo que falta, y duele, es voluntad política para dejar de mirar el show y empezar a arreglar el teatro.