
El Jueves por la noche, durante el tratamiento de la rendición de cuentas, el concejal del PRO Nicolás Araujo ofreció uno de los momentos más reveladores (y tragicómicos) de la jornada. Con tono calmo, pero una ironía que ni intentó disimular, expuso lo que a esta altura podría ser parte de un sainete municipal o directamente de un capítulo perdido de «Gasalla en el Concejo».
El protagonista: Camilo Urrijola. ¿Quién es? Según Araujo, un “amigo de José Luis Quarleri”, ex secretario de Gobierno. Pero más que amigo, habría que decir «elegido», «milagroso», o directamente «polímero humano», porque el señor Urrijola logró lo que ni las cooperativas ni las empresas tercerizadas pudieron: convertirse en el todista municipal definitivo.
En tan solo 10 meses, Urrijola acumuló la friolera de 183 órdenes de compra por 87 millones de pesos. Sí, leyó bien. Más de 8 millones por mes. Y lo mejor es cómo se los ganó.
Según el informe leído por Araujo, Urrijola no sólo transporta pasajeros como si fuera chofer de combi escolar, sino que además arregla todos los autos de la Municipalidad, hace albañilería, gas, electricidad, plomería, techado, pintura, destapa caños, repara puertas, levanta mástiles y, como si fuera poco, refacciona esculturas públicas. Un verdadero artesano de lo imposible.
Por si a alguien le quedaba la duda de que estamos ante un caso extraordinario, Araujo completó el cuadro informando que Urrijola no figura como empleador en ARCA, lo que implica que hace todo solo, sin empleados ni subcontratados. Una mezcla de Rodo, MacGyver y Santo Patrono de los Plomeros, con un toque de empresario modelo.
La escena fue digna de registro audiovisual: el concejal desplegando una lista que llegaba literalmente hasta el piso, mientras el oficialismo mascaba explicaciones entre dientes o, en su versión más audaz, hacía como que no pasaba nada. Porque claro, si uno se indigna, después hay que responder preguntas. Mejor fingir demencia.
Todo esto, por supuesto, bajo el manto sagrado de la “gestión eficiente”. Una eficiencia tan extraordinaria que, de ser exportada, resolvería el déficit de infraestructura de medio planeta con un solo Urrijola. Así, la rendición de cuentas se convirtió —una vez más— en la rendición del sentido común. Queda la esperanza de que algún fiscal, alguna vez, se pregunte cómo puede ser que un hombre solo facture 87 millones haciendo de todo y sin nadie que lo acompañe. Aunque claro, capaz que también le arregla el aire acondicionado al juzgado.
Como bien se explica, nadie controla, simplemente, porque se corta el retorno.
Si la Justicia no funciona, no funciona nada.
Abrazo