
Dicen que hay hombres que miden con la vara de la ley. Pero Gerardo Pichinenda, director de Seguridad municipal, parece medir con una vara especial: una de esas flexibles, que se estira o se encoje según a quién se le aplique. No es una metáfora: es una herramienta de discriminación vestida de orden, un dispositivo de exclusión con forma de notificación.
Mientras en el despacho se redactan partes sobre “medidas de ordenamiento de tránsito” y se alardea de que ya van 85 autos notificados y 13 retenidos en lo que va del año, en la calle la realidad hace ruido. El ruido seco de un doble discurso.
Porque si de limpieza y estética urbana se trata, alguien debería preguntarle al mismo municipio cuánto tiempo estuvo acumulando esa montaña de mugre en plena vía pública, a la vista de todos. Tres meses de desidia que no fueron sancionados ni con multa ni con escarnio público. ¿A quién le corresponde esa infracción? ¿A Pichinenda? ¿Al intendente Barenghi? ¿O la vara no llega tan alto?
Y si de justicia se habla, que venga alguien a explicar por qué en Mechita se cocina una multa de medio millón de pesos a un vecino que guarda autos en su propio patio, bajo el argumento de “contaminación ambiental”.
Mientras tanto, los autos de la municipalidad —esos que deberían estar bajo resguardo— están bajo agua, literalmente, en el depósito municipal.
¿Dónde está el riesgo ambiental más tangible? Pero claro, a una vecina se la condena con una foto vieja, en el medio del periodista de la policia, de un auto que ni siquiera está donde dicen que está. Y lo más vil: lo hacen sabiendo que esa señora carga con una tragedia personal, la muerte de un hijo. Pichinenda no se inmuta. La vara, en ese caso, es un látigo.
La política de seguridad municipal se ha vuelto un show de redes: filmaciones sin contexto, humillaciones públicas, escraches institucionales.
Todo con el sello de un Estado que margina antes de entender, que prejuzga antes de preguntar. Es más fácil acusar al débil que asumir la responsabilidad propia.
En Bragado, los autos abandonados parecen ser más peligrosos que las promesas incumplidas, más urgentes que el abandono municipal, más visibles que la indiferencia ante el dolor ajeno. Claro, siempre y cuando el auto sea del vecino. Si es del municipio, es patrimonio. Si está en un patio, contamina. Si está en el corralón, flota.
A este paso, no sería raro que Pichinenda se notifique al espejo. Pero ahí sí, tal vez, la vara no alcance.