
Ramiro Egüen hace bien en exponer la hipocresía de la provincia. Muchos años de gastos enormes en una obra pública que nunca está.
En la política, hay frases hechas que se repiten como mantras, aunque al repetirlas demasiado empiecen a sonar vacías. Una de ellas es la famosa: “el intendente tiene que ir a cortar la cinta con el gobernador porque es lo institucional”. Así, sin matices, como si la foto valiera más que el trabajo, como si la presencia valiera más que la coherencia. ¿Y si los colegas empiezan a formarse y entender los procesos para no decir tantas pavadas juntas? Lo digo por aquellos que no tienen ni idea como es un proceso administrativo para una obra, y opinan sin siquiera haber preguntado como fue dicho proceso.
Pero, ¿qué entendemos por “institucional”? ¿Acaso no es más institucional respetar los procesos de gestión que compartir una tijera en un acto público? ¿No es más relevante —y más republicano— el trabajo conjunto, honesto y transparente entre niveles de gobierno, que la obligación ceremonial de figurar en una postal?
El respeto institucional no se construye en el escenario de una inauguración. Se construye antes, en las decisiones que se toman en conjunto, en la planificación compartida, en la forma en que un gobernador respeta la autonomía de los municipios, y en cómo un intendente defiende los intereses de su comunidad sin arrodillarse por una obra ni callarse por una foto.
Porque lo verdaderamente “institucional” no es la cinta. Es el camino recorrido hasta llegar a esa cinta. Es cómo se gestiona, cómo se consulta, cómo se ejecuta y cómo se rinde cuentas. Es si hubo diálogo real o sólo imposiciones bajadas desde La Plata. Es si se escucha a los vecinos o sólo se busca aplaudidores.
La política no puede reducirse a actos vacíos, a inauguraciones con bombos y micrófonos. Si un intendente no es invitado a participar de una obra que se hace en su distrito desde la etapa de planificación, si no se le consulta, si no se le informa, si no se lo respeta como interlocutor válido, entonces su presencia el día del acto no es un gesto institucional: es un decorado.
Aceptar sin más que “hay que ir porque es lo institucional” es convalidar una lógica de subordinación, no de cooperación. Es admitir que lo importante es la foto, no el fondo. Y eso, en una democracia que aún busca madurar, es peligroso.
Hay que empezar a cambiar las prioridades: más respeto institucional en los hechos, menos obsesión con las cintas. Porque los vecinos no necesitan más actos. Necesitan más verdad. Y más dignidad.