
Dicen que en la política hay lealtades inquebrantables… hasta que alguien se queda con lo que no le corresponde. Y si no, que lo digan Nélida Pucheta y Luciana Gil, dos militantes que hasta hace poco juraban lealtad al espacio político de Daniela Monzón, esa lideresa libertaria que parece haber entendido la palabra “libertad” como la licencia para apropiarse de bancas ajenas.
Todo comenzó cuando Monzón, en un acto de originalidad digna de un guionista de telenovela, le dio a otro— y sin intención de devolución, claro— la banca de Sabrina Gulino en el Concejo Deliberante. Un pequeño detalle que no cayó nada bien entre las bases, que empezaron a practicar el noble arte del éxodo con la velocidad de una estampida en la sabana política bonaerense.
Pucheta, aún con gesto institucional, participó en la inauguración del local en la calle Rivadavia tiempo antes—quizás como quien asiste al velorio de una relación política moribunda—, mientras que Gil ni se molestó en aparecer. El descontento ya era tan palpable que el aire libertario del acto debió ser reemplazado por ventiladores.
Pero como en este mundo nada se pierde, solo se recicla, hoy las ex monzonistas reaparecieron en Junín, sonrientes y relucientes, en un encuentro de las “Fuerzas del Cielo”, otra línea interna de La Libertad Avanza. Porque si algo caracteriza a los verdaderos creyentes de la libertad, es la capacidad de ascender como globos aerostáticos de un espacio a otro, sin importar cuántos alfileres se dejen atrás.
Y no digan que no lo advertimos. El Censor ya había anticipado el éxodo que sufría el espacio de Monzón. Porque cuando el barco empieza a hundirse —o a robarse salvavidas ajenos—, salvese quién pueda, con ideales libertarios también saben nadar hacia nuevos horizontes celestiales.
Y que no diga Sebastián Pareja «que no sabía nada», o mejor, que diga «que no sabe nada», ambas cosas se lo van a creer.