
¡Algunos no aprenden! Daniela Monzón sigue sumando controversias, no se sabe si por torpeza o por premeditación de casta.
De embajar la Agenda 2030 a Bragado, cuando era la mano derecha de Vicente Gatica (hoy su “límite”) en el Concejo, a “representar las ideas de Milei”, sabido opositor a ésta, la discrepancia entre lo que profesa la edil autodenominada libertaria y sus acciones está a pedir de boca.
No hay que hurgar mucho para desempolvar un pasado lleno de inconsistencias: Monzón actúa como una verdadera prostituta política, acomodándose en el espacio de moda, aunque le es imposible ocultar su verdadera identidad.
En 2018 sería la impulsora de un proyecto que buscara eliminar la competencia directa en su rubro privado, en consonancia con el Frente Renovador de Massa y el frente Unidad Ciudadana (luego Frente de Todos, y más tarde Unión por la Patria) de Cristina Fernández de Kirchner
En 2023 intentó formar una alianza junto a “Juanma” Barenghi -hoy secretario de Hacienda de la gestión de su padre-, que finalmente no fue, porque, en palabras del mismo “Juanma” la «desesperación por un cargo» de Monzón terminó haciendo que «se corte sola».
Fue entonces que el pasado diciembre, y en señal de redención, le hizo un guiño directo al funcionario local cuando su voto afirmativo, junto con el de su compañero Germán Díaz, fueron claves para que la gestión kirchnerista, según Monzón, «tuviera las herramientas para gobernar», y, en total disonancia a los mandamientos del partido de Milei, golpeó a los vecinos y comercios de Bragado con una duplicación de tasas que justificaría hablando de “atraso” -que bien podría licuarse con la estabilidad macro en el tiempo-, y, posteriormente simulando una baja impositiva en sesiones extraordinarias previamente pactadas con el presidente del Concejo, Germán Marini, para tratar de lavar su imagen.
Fue entonces cuando varios pedimos la renuncia de la edil por su falta de representatividad que, incapaz de la auto crítica, decidió ningunear y desmerecer a quienes la pusieron en la banca y seguir rodeándose de su grupo de halagadores de tan dudosa ideología como ella.
En marzo, durante la inauguración del local volvió a ser atrapada in fraganti en una sospechosa actitud, cuando reunió a Daniel Disanti, reconocido exconcejal peronista y actual congresal del PJ, y al referente de la 4ta sección, Leandro Cabrera. Disanti, que por
los medios intentara desligarse del hecho político, terminaría torpemente confesando que ambos habrían estado trabajando juntos en el último tiempo,que la propia Daniela Monzón le pidió «no meterla en el medio» y que, a pesar de no coincidir con Milei,
se siente representado por ella, quien, asegura, «es más peronista que cualquier otro peronista», sin descartar una alianza política futura. Ahora, un escándalo mayor y con consecuencias penales se
planta en puerta: en una oscura maniobra política que hiere gravemente la institucionalidad democrática, Monzón habría pedido una licencia fugaz y excluido deliberadamente a su suplente directa (dado el orden de lista) Sabrina Gulino, poniendo a Maximiliano Moragas en su lugar, para así garantizar la aprobación de un convenio con giros de más de 2 millones de pesos mensuales, con una universidad vinculada al sindicalista K, Víctor Santa María, sin quedar “pegada”.
Llegó, entonces, el momento en que Monzón debe asumir sus responsabilidades y resolver su encrucijada ideológica, así, sólo tiene enfrente dos opciones: renunciar a la representatividad del espacio o esperar la excomulgación del “Triángulo de Hierro” (con
todas las consecuencias que ello implica).