
El convenio con una Universidad que representa gastos de 2 millones y medio de pesos por mes, el robo de la banca perteneciente a Sabrina Gulino, y finalmente Germán Diaz y Maximiliano Moragas de la Libertad Avanza Bragado no se opusieron, en la votación de dicho acuerdo con la Universidad de Santa Maria se abstuvieron de votas, y despiertan sospechas de un plan orquestado para los negociados de la casta.
Para la Educación y el Trabajo (UMET), vinculada al peronismo y al sindicalista Víctor Santa María. Con el voto de Sabrina Gulino, se hubiese rechazado el proyecto de Ordenanza 9 a 8 votos, fortaleciendo a la oposición. En cambio, al colocar a Moragas, cuarto en la lista, se garantizó un empate en la votación, dejando el desempate en manos de Germán Marini, presidente del Concejo Deliberante, cuya legitimidad está cuestionada tras el reciente fallo de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de San Martín que anuló su designación —fallo que, mediante maniobras dilatorias y dos recursos extraordinarios a presentarse el 8 de abril de 2025, aún no se ejecuta.
La maniobra para excluir a Gulino fue deliberada y sistemática. Daniela Monzón, primera concejal de LLA, avisó de su ausencia con una licencia de dos días, un plazo tan breve que resulta sospechoso en la práctica legislativa local. Sin embargo, el Concejo, presidido por Marini, omitió notificar formalmente a Gulino, pese a que su participación activa en un grupo de WhatsApp del cuerpo —donde se comparten expedientes y se coordina la actividad legislativa.
Esto demuestra que las autoridades tenían pleno conocimiento de su disponibilidad y medios de contacto. Esta omisión no fue un descuido: Gulino había asumido previamente como suplente durante una licencia de doce días, y recibió el pago los gastos de representación correspondientes, lo que acredita que el Concejo sabía cómo y dónde ubicarla. Al no recibir notificación alguna —ni por canales oficiales ni por el grupo de WhatsApp—, se le impidió ejercer su derecho, mientras Moragas ocupó su lugar y participó en la sesión del 3 de abril, aprobando el convenio con la UMET y otros dos proyectos que el mismo presentó. Monzón, al ser consultada por Gulino, justificó la irregularidad alegando que “la licencia era solo por un día”, una excusa que contradice la duración real de dos días y que, en todo caso, no exime del deber legal de respetar el orden de prelación.
«Estamos en presencia de una jugada armada entre Monzón y sectores del peronismo» afirman varios analistas locales. El objetivo era claro: con Moragas en la banca, se aseguraba un empate que Marini, aún en funciones pese a su cuestionada legitimidad, podía desempatar a favor del convenio con la UMET, un proyecto que podría beneficiar intereses políticos afines al peronismo local. La brevedad de la licencia de Monzón, la falta de notificación a Gulino y la rápida asunción de Moragas apuntan a una coreografía destinada a sortear la oposición y consolidar un resultado predeterminado.
La gravedad institucional de este caso trasciende el ámbito municipal: no respetar las leyes y priorizar intereses políticos sobre la legalidad representa una afrenta directa a los principios democráticos. En Bragado, la exclusión de Gulino y la imposición de Moragas erosionan la confianza en el Concejo Deliberante como espacio representativo. Se manipuló la designación de suplentes para un convenio con la UMET, reflejando una lógica idéntica: el fin justifica los medios. La diferencia está en la escala, pero no en la esencia. Además, la permanencia de Marini, sostenida por recursos legales que dilatan el cumplimiento del fallo judicial, agrava el cuadro, mostrando cómo las instituciones pueden ser rehén de estrategias que burlan la justicia.
En el caso de los concejales de la Libertad Avanza Bragado, hasta dan vergüenza ajena por su doble discurso.En el caso de Moragas , un palabrero que dice lo contrario a Sebastian Pareja, pero cuando tiene que demostrar su compromiso con el dinero de los bragadenses, mira para otro lado, sin asumir la responsabilidad y cortar con los negocios evidentes de la casta. El nivel de hipocresía que manejan desde el espacio, supera todos los limites, y deja a los actores en un lugar siniestro, donde aparentan sentirse tan superior al resto de los mortales, que son capaces de engañar a la ciudadanía con sus inventos amorales.