
Una serie de intentos de robos domiciliarios ha puesto en jaque la calma en la localidad.
Lo que alguna vez fue un «refugio de paz» para sus habitantes, se ve ahora eclipsado por el temor y la incertidumbre, según denuncian los propios vecinos a través de las redes sociales.El último episodio ocurrió hoy a la madrugada 3:3o am, cuando desconocidos encapuchados ingresaron al domicilio de Yanina Sosa, una residente de la zona. «Estén atentos vecinos porque unos hdp siguen entrando a las casas», escribió Sosa en Facebook, relatando cómo el grito de su hermano logró ahuyentar al intruso –descrito como alto, flaco y con el rostro cubierto– antes de que pudiera concretar el robo. Afortunadamente, no hubo pérdidas materiales, pero el incidente dejó una profunda marca de inquietud en la familia y la comunidad. El mensaje de Sosa no tardó en generar eco entre los mechitenses. «La verdad Mechita está terrible», lamentó Tamara Treser, mientras Yamila Tagliente expresó su frustración: «Ya no se puede estar tranquilos». Las palabras reflejan un sentimiento compartido: la inseguridad, antes un problema lejano, se ha instalado en el corazón de esta localidad. Pero el tono de las reacciones escaló aún más con el comentario de Clara De Noche, quien propuso una solución drástica: «Hay que poner cámaras y los que saben quiénes son, decir los nombres e ir todos juntos a molerlos a palos». La sugerencia, aunque extrema, evidencia el hartazgo y la desconfianza hacia una respuesta institucional que, hasta ahora, brilla por su ausencia en el relato de los vecinos. Este no parece ser un caso aislado. La advertencia de Sosa sobre robos recurrentes («siguen entrando a las casas») y la mención de encapuchados sugieren un patrón delictivo que podría estar operando en Mechita y zonas aledañas. La hora de los hechos y la descripción de los intrusos apuntan a una posible organización que aprovecha la vulnerabilidad de una localidad con escasa vigilancia y recursos limitados. Sin embargo, la falta de información oficial y la nula mención a denuncias policiales en los comentarios plantean interrogantes: ¿Están las autoridades al tanto de esta situación? ¿O es la comunidad la que, una vez más, debe valerse por sí misma ante la indiferencia institucional? La situación en Mechita no solo enciende alarmas sobre la seguridad de sus habitantes, sino que pone en evidencia un fenómeno creciente en la Provincia de Buenos Aires: el avance de la delincuencia en áreas históricamente tranquilas. Los vecinos exigen respuestas, ya sea en forma de mayor presencia policial, instalación de cámaras de seguridad o medidas preventivas concretas. Sin embargo, el llamado a la acción colectiva y la justicia por mano propia, como propone Clara, advierte sobre un riesgo mayor: que la desesperación derive en violencia y agrave aún más el panorama. Urge que las autoridades municipales y provinciales tomen cartas en el asunto. Mechita, como tantas otras localidades pequeñas, no puede convertirse en tierra de nadie. Los gritos de auxilio de sus habitantes, amplificados en las redes sociales, deben ser escuchados antes de que la situación pase de ser una alarma a una tragedia irreversible. La pregunta que queda en el aire es clara: ¿Cuánto más tendrán que esperar los vecinos para recuperar la tranquilidad que les fue arrebatada?
Nunca nadie se va a salir de los esquema repugnantes del periodismo. En vez de hipotetizar y lanzar preguntas retóricas porque no van a dialogar con las autoridades? El cuarto poder también está surtido de cuántas.
Hace mucho se sabe que en Mecha y en casas de la colonia vive gente que nadie sabe quienes son. Y jamás la policía procede pidiendo documentos o títulos de propiedad o documentación probatoria de filiación. O de empleo. ¿que puede hacer el ciudadano «de a pié»??? Si no lo hace NINGUNA AUTORIDAD COMPETENTE.