
Lisandro Pietro Femenia escribió un excelente artículo titulado La vigencia de Wittgenstein en nuestros días, mostrando la relación que tiene en la actualidad el pensamiento de
Wittgenstein en dos obras fundamentales: Tractatus lógico philosophicus (cuya primera
edición es de 1921) e Investigaciones filosóficas (escrito por etapas y publicado post
mortem).
El autor del artículo hace hincapié en la actualidad que tiene este pensador en esta época de
globalización y de proliferación de discursos de toda índole en diversos soportes y la
lectura acrítica que tiene la recepción de estos discursos.
En mi carácter se me hace necesario complementar el artículo mostrando los que dichos
textos contienen, esto es para poder mostrar la inmutabilidad de los postulados que hizo
Ludwig Wittgenstein en estas dos obras capitales del siglo XX, que revolucionaron
diversos campos de estudios de las ciencias sociales.
El primero de estos libros el Tractatus lógico philosophicus se encuentra inluenciado por la
teoría semántica de Frege y Russell fundamentalmente, que han cambiado la manera de ver
la filosofía del lenguaje que estaba establecida haciendo hincapié en lo que se denomina la
“lógica de predicados”.
El Trctatus lógico philosophicus, es una obra breve de casi 20.000 palabras, con
proposiciones fundamentales que van numeradas del 1 al 7 y luego contienen proposiciones
secundarias que complementan a las primarias.
El Tractatus logico pilosophicus trata de varios temas en cuestión que los podemos
enumerar de la siguiente manera: en primer lugar, metafísica atomista y descriptiva del
mundo (esto va entre las proposiciones 1 – 2.1); en segundo lugar, epistemología, que
avanza en dos aspectos, teoría del pensamiento (2.1 – 3) y del pensamiento (3 – 3.1); en
tercer lugar, lógica (que abarca de las proposiciones 3.1 – 6.1); y, en cuarto lugar, teoría de
la ciencia (que consiste la aplicación del análisis al ámbito efectivo del lenguaje o del
conocimiento –que va de las proposiciones 6.1 – 7).
El Tractatus logico philosophicus trata de los hechos atómicos (no de objetos), ya que los
hechos atómicos constan de objetos y la diversidad de los hechos depende de las posibles
combinaciones diferentes de objetos.
Y luego establece la relación con el lenguaje, planteando que el lenguaje es una figura o un
modelo de los hechos, es decir, que el lenguaje es una combinación de objetos y esos
objetos constan de los hechos. Los objetos únicamente pueden ser nombrados y nombrar no
es figurar.
Para Wittgenstein el lenguaje consta de proposiciones, y las que figuran como hechos
atómicos que son proposiciones elementales, por lo que plantea que el hecho atómico
existe. De aquí que toda proposición sea un enunciado susceptible de verdad o falsedad.
Una proposición elemental es verdadera si el hecho atómico del que viene a ser una figura
existe. De no existir, es falsa.
Sostener que el lenguaje es una suma de enunciados equivale, en realidad, a limitar
excesivamente la naturaleza y ámbito del mismo y el propio Wittgenstein vino a reaccionar
en su última fase contra esta limitación. En todo caso es una consecuencia necesaria de la
inicial concepción wittgeinsteniana del lenguaje como figura de los hechos.
En las Investigaciones filosóficas, Wittgenstein comienza planteando una cita de San
Agustín para discrepar con esta, ya que lo que para San Agustín puede ser inocente, para
Wittgenstein, el lenguaje es planteado como imagen y pensaba que encerraba la idea que
pensaba derrocar, es decir, cada palabra tiene un significado, que se correlaciona con la
palabra y que es el objeto que la palabra representa.
Con la cita de San Agustín, Wittgenstein muestra lo que intenta demoler, que es una idea
enraizada en la historia de la filosofía y los malentendidos que genera, y es difícil de
librarse de ella por los embrujos que ejerce.
En esta obra Wittgenstein a través de los juegos de palabras y de la familia de palabras,
intenta derribar los ídolos, que consisten en que la imagen de que el significado de una
palabra es el objeto que designa, por ejemplo; y, plantea la tarea de la filosofía como una
tarea de clarificación, y su tarea principal es describir, a través del ejemplo y la
comparación. La descripción es un arma muy poderosa. Se limita a compilar lo que ya está
ahí, sí, pero organizando el material puede mostrar un aspecto absolutamente diferente de
lo que tenemos ante nuestros ojos. Wittgenstein terminó con la imagen de que toda palabra
se corresponde con un objeto en el mundo precisamente describiendo el funcionamiento
del lenguaje en casos concretos y no vemos de esa forma hasta que aterriza en nuestro
cerebro la descripción que nos extrae de la nebulosa.
La filosofía debía apartarse de la explicación, y, como no hay nada que explicar porque
todo esta ante nuestros ojos, sino que solamente habrá que organizarlo en un descripción
adecuada. Wittgenstein estaba desencantado con la teoría. Si se trata de aclarar la
naturaleza del lenguaje habrá que describir el lenguaje cotidiano anclado como está en un
contexto concreto.
Para Wittgenstein la descripción de las cosas permite su comprensión, que puede
considerarse vaga pero sin límites claramente definidos, pero estar esperando otra cosa es
una triste ilusión.
El objetivo de la descripción, es disipar los problemas filosóficos, es decir, que los presenta
de una manera que dejen de mostrarse como un problema. Para Wittgenstein resolver un
problema filosófico consiste en darle otra presentación al asunto en cuestión, en mirarlo de
otro modo, de forma que se ajuste a lo que vemos. Así la descripción del lenguaje
reconduce las palabras de su empleo metafísico a su uso cotidiano.