
Hace unos días me pasaron por la red social X un corto argentino Superficies cuyo guión y dirección pertenecen a Martín Aliaga, y trata de manera muy cruda el tema del bullying en la adolescencia y en el colegio secundario.
El usuario de la red social que lo colgó escribió un mensaje de autorreflexión y que
funciona a la vez como crítica social a las instituciones que deben ser capaces de contener y de escuchar a los chicos que padecen esta situación; la persona escribió: “¿Cuánto hacemos o hemos hecho por los adolescentes que transitan esta situación?”.
En ese momento, con esa lectura y viendo el corto que me ayudó a pensar a un autor que en el 2017 leí en la materia Metafísica, cuya docente titular era Mónica Cragnolini (en la actualidad se encuentra jubilada), y una de sus JTP, Ana Sorin, en sus prácticos daba el autor Derrida y los dos conceptos importantes para relacionar son la donación y la hospitalidad.
Derrida es un autor prolífico, que después de Glas (traducido como Clamor) donde en el título hace referencia al último tañido de la campana, porque está concibiendo una forma nueva y diferente de plantear un texto a partir de escribir en columnas insoportablemente cruzadas dos textos muy diferentes entre sí, por un lado, Los Principios de la filosofía del Derecho de Hegel, y, por el otro, un poema de Genet concebido como maldito.
Estos textos uno dialógico y el otro dialéctico, donde se cruzan de manera irónica las letras GL, supone la heterodoxia de la lectura y de la escritura, y una destruktion (lo que tanto se nombra como deconstrucción) de la escritura clásica.
Luego va a tener intervenciones más cercanas a lo que se conocen como intervenciones políticas, en las cuales trata diversos temas hilvanados con la noción de poder atravesado por la differánce, que es un término inexistente en francés, y tiene una pronunciación idéntica a difference (“diferencia”). Implica una diferencia imposible de reconducir y de anular en una identidad, y un diferir como proceso que acontece en una temporalidad sin origen ni final.
La forma de encarar sus escritos es la forma de la destruktion que plantea en Glas, y la
transforma en “hostipitalidad”, como un intraducible e indecible que expresa una pluralidad semántica con frecuencia contradictoria e incompatible; se dirige a lo por venir donde se enlaza con un acontecimiento del que no se puede decir “que sea”.
La hostipitalidad es un riesgo inherente a la acogida hospitalaria del otro que llega y que puede convertirse en un peligro, en un enemigo, para el huésped.
Respecto a la donación, Derrida pregunta qué le damos a los demás, a “los otros”, le damos el tiempo que necesitan, todo el tiempo que poseemos, o el tiempo que nos sobra desde nuestra perspectivas y que aun el huésped cree que es lo máximo que puede donar.
En el abrazo a la otredad, a la otredad que es sufriente y padeciente, generalmente, se lo trata como un distinto, un diferente que es incomprensible en su humanidad, donde se lo trata como que no se sociabiliza, como que es la “figurita difícil”.
Tanto la hospitalidad como la donación tienen un comportamiento ético que comienza con la deconstrucción de la justicia, donde se entraña una relación con “la otredad”, y permite
que la preocupación de lo descartado e infravalorado del pensamiento occidental podría interpretarse como una actitud ética en la misma praxis filosófica, y la acogida conlleva siempre una actitud de violencia, que se lo somete a respetar leyes autóctonas aunque no les competa por diferentes condiciones de vida.
En la película Superficies el protagonista sufre el bullying de sus compañeros, con diversas formas de ser maltratado, en el cual el director del colegio, le importa solo el
establecimiento, donde no hay un comportamiento ético con el padeciente sino que es
ignorado.
La hospitalidad y la donación no están con el protagonista sino que están olvidadas y el protagonista es ignorado, el bullying va a incrementando y el padeciente va llegando a sus límites de la tolerancia.
El protagonista acoge como violencia a sus compañeros, las diversas otredades, donde
como huésped de su persona y de sus vivencias, como que va sufriendo el maltrato de los que comparten los diversos espacios con el.
Este protagonista vive en los márgenes de la comunidad escolar, donde la donación del tiempo es inexistente para que pueda expresar su sentir y su padecer, y, a la vez el
encuentro hospitalario con los demás se realiza de una forma violenta y se lo hace desde el maltrato y desde la falta de comprensión.
Este acompañamiento a las diversas personas que han transitado y aun transitan los
diversos momentos que debe atravesar en su vida, es sumamente necesario, por los
desencadenantes que pueden intentar buscar estos padecientes.
Estos padecientes reciben a las otredades, las hospitalizan como espectros a través de un proceso de duelo, que implica un momento de aceptar ese rechazo, de aceptar esa dura realidad que le toca vivir, y que ese transito es muy complejo y muy de una andar de manera solitaria.
Las escuelas a estas personas que conviven de manera diferente, en el sentido de
inclasificable, deberían acompañarla con contención psicológica y con sentarse a
escucharlos, que quizás abran puertas hacia un mejor tratamiento entre pares.
A modo de ejemplo, en la UBA (por lo menos en la sede Puan donde estudio) se ha abierto un gabinete de salud mental donde se acompaña los diversos trastornos que pueden padecer algunos estudiantes, y también algunos trastornos de ansiedad que se presentan en instancias evaluativas y como llevar adelante las diversas asimetrías con los profesores.
Estos espacios fueron muy solicitados por muchos estudiantes, ante los diversos malos
comportamientos que fueron suscitándose en la convivencia académica.