
Hannah Arendt establece la fórmula de “la banalización del mal”, cuando se enfrenta a
Eichmann cara a cara en su juicio; Arendt acudió a la sala donde el tribunal llevaba
adelante el juicio, y esperaba encontrarse con una mente brillante, con una personalidad avasallante, con delirios de omnipotencia, como si se tratara de uno de los personajes maléficos que se encuentran n las obras de Shakespeare o Dostoievsky.
Pero lejos de esta situación, se encuentra con un hombre común, normal y corriente, en síntesis, con una persona nada fuera de lo común. Para Arendt se establece una desconexión entre la figura humana de este ser y los crímenes que esta persona había cometido. Lo que llamaba la atención era que individuos que no destacaban por nada en especial, pero que formaban parte de una feroz maquinaria, hiciesen su cometido con la misma minuciosidad y cotidianeidad con la que haría otro trabajo. Pero ese era su trabajo: la realización del mal como un trabajo rutinario y burocrático.
Por lo tanto, en las sociedades contemporáneas se presenta un nuevo tipo de criminal, con una mente más actualizada, porque se sirve de los elementos que se presentan en las sociedades occidentales contemporáneas, con una fuerte presencia del capitalismo salvaje: burocracia, tecnología, ideología, conformismo, etc.; que no son los crímenes ejercidos como se han hecho con anterioridad pero que tienen la misma brutalidad, pero que se llevan a cabo de manera diferente, esto se muestra en la planificación minuciosa de la masacre, bajo el control personal especializado, incluido personal sanitario, guardianes y funcionarios que diseñan la planificación de los engranajes de la burocracia. Lo extraordinario no es el personaje, sino que pudieran existir muchas más personas iguales a él.
Arendt observa en el juicio que eran más bien las condiciones sistémicas de la sociedad contemporánea facilitan la aparición de este nuevo tipo de criminales y de este tipo de personas que expresan estos tipos de males. Pero los sujetos lo que pueden hacer frente este tipo de personas, y de situaciones, es pensar, o dicho de otro modo, que las personas puedan ejercer su pensamiento crítico.
Arendt llama “banal” al individuo que comete este tipo de crímenes, y lo es por dos
razones: en primer lugar, porque no manifiesta motivos para su “realización”; y, en
segundo lugar, por que estos hechos los toma como “normales”. Es banal por la
irreflexividad, y es lo que le llama la atención en el juicio de Eichmann.
Esta irreflexividad muestra que no se piensa por sí mismo, y este tipo de personas no se pone en el lugar de los demás. Esto es lo que Hannah Arendt observa en el caso de
Eichmann, y es el retrato que nos acerca la autora.
También esta irreflexividad supone además la falta de motivos para cometer estas acciones: el mal banal no se explica por la falta de relación entre la causa y el efecto, sino, que estas acciones se fundamentan en el odio del perpetrador.
Para Arendt, este mal banal tiene tres condiciones para que se cumpla: la primera, es la ausencia del pensamiento crítico de las personas; la segunda, es que la ausencia del
pensamiento crítico, se debe a la maquinaria burocrática y jerárquica; y, en tercer lugar, el mal tiene un carácter rutinario y se inserta dentro del esquema de trabajo.
Esto se puede ejecutar en una estructura social y política en la que se realiza este tipo de acción es el elemento central, del cual se desprenden cada elemento.
Es en este contexto que tenemos un gobierno que lleva adelante, Javier Milei, que asumió diciendo que el ajuste lo realizaría “la casta”, y según decía, era el sistema político con gente que venía viviendo del Estado, y, por ende, de la plata de los impuestos de los argentinos.
En el ejercicio del poder “la casta” se convirtió en la gente que vive de planes sociales,
desarticulando los movimientos sociales, y dejando de una de sus ministras de confianza, Sandra Petovello, que maneje los planes sociales, y, también es quíen maneja los alimentos para comedores, que no acató las órdenes judiciales para repartir los alimentos a comedores, lo cual aumenta la población que cae bajo la línea de pobreza.
El presidente tira diferentes bombas de humo para tapar las atrocidades que va ejecutando, como por ejemplo, desfinanciar la educación pública, sobre todo la universitaria, para evitar que haya mucha gente que pueda acercarse a los estudios y a trabajos bien pago, e intentó implantar un sistema de vouchers para lo cual se han expedido varias universidades en contra.
También se ha recortado diversos sistemas de medicamentos gratis, muchos de los cuales transmiten enfermedades muy graves, entre estos recortes se encuentran los que impiden la transmisión vertical del VIH, es decir, que hay futuras madres que no cuentan con la posibilidad que si bien ellas conviven con el virus, sus futuros hijos nazcan sanos.
También se encuentra el recorte a los jubilados tanto en la jubilación como en los
medicamentos gratuito del PAMI, esto muestra la insensibilidad que tiene el gobierno con respecto a estos grupos sociales, que se encuentran por debajo de la línea de pobreza y que encima tienen que elegir entre alimentos y medicamentos.
Esto se puede ejecutar a que encontraron el campo fértil, para insertar el discurso de que los malos son los que cobran planes o son los jubilados que por no trabajar son las personas que tienen que hacer el sacrificio más grande, y tienen que ver como es la posibilidad de tener los alimentos o los medicamentos.
Este campo fértil, en el cual se voto por odio, donde la industria nacional está cayendo
estrepitosamente, en donde el consumo de alimentos básicos ya no es el aconsejable por los nutricionistas, en que la mayoría de la gente se encuentra en un lugar de la indigencia económica, tenga que vivir su vida como sintiéndose un estorbo.
Estos tipos de atrocidades que se hacen banalmente, con toda la idea de implementar planes económicos que maltratan a la población más vulnerable y que favorecen a determinados empresarios es lo que es banal, es banal que gente que haya luchado por poca plata a fin de mes, tengan que andar penando.