Bertrand Russell dando una de sus clases, fue interpelado por un alumno que le hizo una
pregunta, un tanto ingenua, y, otro tanto sin sentido: ¿para qué sirve el pensamiento
crítico?; Russell lo miró, sonrió y dibujo un barco en el pizarrón, luego le pregunta ¿ves
este barco?, y empieza a decirle que un barco que no zarpa, no corre riesgos, no se enfrenta
a tormentas, pero tampoco llega a conocer otras tierras.
Kant en su libro Crítica de la razón pura, usa una imagen semejante para explicar su
proyecto, en la cual encontrarse en la isla de la verdad (aunque su nombre sea encantador),
es un poco peligroso debido a que se corre el riesgo de sentarse a pensar como Mesías
portador de verdad, y no enfrentarse al océano peligroso de la justificación, y de la
validación.
Esto viene a colación que desde hace un tiempo charlando con mi pareja cuando se siente
abrumado por las diversas presiones a lo que lo somete su estudio universitario, le comento
siempre una rase que nos decía el Ing. Anibal Grosso cuando nos daba Matemática y ya
sabíamos hacer los ejercicios de memoria: ¿Porqué lo hiciste de este manera?, y cuando nos
veía agotados de explicar nos miraba y nos decía: “tenés que aprender a encontrar la
verdad”.
Todo este preámbulo es para decir que hoy es necesario el pensamiento crítico casi full
time, debido a que se hacen fake news de casi todo, sobre todo para ejercer los recortes en
el sector público, mediante lo cual cuando los representantes del sector político que
responden al presidente, repiten desde diversos medios, lo que el presidente dice de manera
acrítica y de manera “loristica” (es decir repetir por repetir).
Esto lo digo en torno a que cuando se dice algo, se dice haciendo unas inducciones e
inferencias bastante raras y complejas, donde lo que es de incumbencia local es usado
comparativamente con situaciones y conflictos nacionales, de manera un tanto inocente.
Es en este contexto que la escuela debe enseñar a leer entre líneas lo que se postula desde
los discursos establecidos, lo que se dice de manera liviana en los discursos, lo que ciertos
periodistas que buscan complacer y ser serviles al poder de turno.
Estas cuestiones deben ser mostradas en torno a poder hacer las preguntas necesarias y,
también, (como diría la filosofía) incómodas para los funcionarios, para que se vean
necesarios a “sacarse el cassette” y poder responder sinceramente y/o buscar una respuesta
que no sea una simple repetición.
En este camino, se van a encontrar con momentos en los cuales los funcionarios no van a
encontrar respuestas para brindar, y es donde hay que indagar porque es una repuesta
ausente, es una respuesta a una pregunta no formulada antes, y no creada antes, es la
pregunta que no van a poder buscarle una respuesta inmediata.
Es en estos momentos donde la influencia socrática, la influencia cuestionadora debe ser
expuesta con todo el respeto a las personas que ejercen los cargos públicos, y las preguntas
deben ser educadas e irreverentes al mismo tiempo.
El pensamiento critico es lo que nos sostiene en tiempos de aplaudidores profesionales del
poder de turno, de los buscadores de posición que hacen las preguntas complacientes, de
repetidores incondicionales de lo que se sostiene el sistema de poder.
Estos divulgadores de la opinión de los representantes de turno, que no buscan la verdad,
que no zarpan el barco hacia las tormentosas aguas de la duda, y que se quedan en la isla de
la verdad establecida, de la verdad condicionada a lo servil de la comodidad.
Estamos en una era donde penar de manera crítica, cuestionando todo (sobe todo lo que se
ha establecido como una verdad absoluta e indeclinable) es casi ser un delincuente y un
criminal, es atacar la gestión y es donde los trolls que están rondando cerca del poder, que
recortan los dichos para hacer quedar al que cuestiona la realidad como una persona que es
un imbécil.
En esta época donde el pensar de manera crítica escasea, donde todo se reduce a tuits de
pésima calidad y de pésimo gusto (recordemos el tuit del presidente planteando la relación
entre empleados y estudiantes dentro de la Universidad Nacional de Rosario, y la posterior
corrección mal redactada), es lo que se supone que muestra una nueva forma de cadena
nacional.
Es en este momento que nos toca pensar lo establecido como irreverente, y lo que se dice
como verdad establecida, ejercer el pensamiento de manera crítica es similar a estar en una
línea de la rebeldía extrema, es ejercer una actividad casi extrema desde los márgenes, y,
constituye una misión imposible.
Todo se piensa de manera vertiginosa que se reduce a los benditos 140 caracteres que
instituyen la versión escrita de la cadena nacional, los recortes de los trolls, que al que
piensa distinto les sacan sus datos a relucir.
Es impensable la paradoja establecida entre la campaña electoral donde se erigía como un
gobierno paladín de la libertad, con los dichos de que los países mas prósperos son los que
ejercen su funcionamiento en las ideas de la libertad, que la libertad es el ideal a alcanzar, y
se constituyen en policías del pensamiento.
Esto es replicado con periodistas que no preguntan, y con gente que repite “de manera
loristica” lo que se plantea como verdad institucional, con los agravios incluidos, de manera
constante, caricaturesca y planteando los problemas de manera infantil y/o (cuasi)
adolescente.
Mientras el partido que se erige como paladín de la libertad, dejando que sus trolls actúen
como policías del pensamiento, y con periodistas que tomen esto como “verdad establecida
y evidente” sin cuestionarla, estamos por el camino que no imaginó la filosofía, y que no
imaginó ningún autor que pensara que el pensar (aunque sea con todo en contra) sea una
actividad de cuestionamiento.
Todos los sectores que deben transmitir ciertos datos, cierta información, debe tener un
acercamiento al cuestionar con total libertad, a hacer zarpar el barco, a través del mar de la
duda, dejando la isla de la verdad justificacionista de datos inconexos (y muchas veces
incorrectos) hacia el descubrir la tierra de la incertidumbre y de la pregunta que abre el
juego del desconcierto.