
Comencemos con algunos fragmentos de un texto que era cantado y contado hace diez
siglos, y apreciemos la belleza de la narración detenida en la misma escena:
“Allí dice Oliveros: “Los paganos son muchos,
y de nuestros franceses me parece haber pocos.
Compañero Roldán, tañed, pues, vuestro cuerno:
cuando Carlos lo oiga, con la hueste vendrá.”
Le responde Roldán: “Haría como un necio,
pues en la dulce Francia perdería mi fama.” (vv. 1049-1054).
“”-Compañero Roldán: tañed el olifante;
cuando Carlos lo oiga, con la hueste vendrá
y del rey y de sus nobles seremos socorridos.”
Le responde Roldán: “¡No lo permita Dios
que toda mi familia sufra afrenta por mí,
ni que la dulce Francia caiga en el deshonor.” (vv. 1059-1064).
“”-Compañero Roldán, tañed el olifante,
así, Carlos lo oirá, que aún está por los puertos.
Y os juro yo que todos los franceses vendrán.”
“-¡No lo permita Dios-le responde Roldán-
que haya un hombre en el mundo que pudiera decir
que a causa de paganos haya tañido el cuerno!
Por eso, mis parientes reproche no tendrán.” (vv. 1070-1076).
Roldán y Oliveros son dos paladines que, dentro del bando francés, buscan conquistar para su rey Carlomagno la tierra española tomada por otros (los paganos, los sarracenos). Uno de su mismo bando cometió una traición y, quienes leímos el texto lo sabemos, hará que los franceses, en esa lucha, sean derrotados. Esto cuenta el Cantar de Roldán, un cantar (¿el Cantar?) de gesta francés del Siglo XI, de autor desconocido.
Y cuenta también que Oliveros sube a lo alto de un monte y que desde allí divisa las
enormes y bien pertrechadas escuadras de los paganos.
Dice así:
“Allí dice Oliveros: “He visto a los paganos, tantos, que ningún hombre vio en su vida reunidos:”” (vv. 1039-1040)
Es entonces cuando le pide a Roldán, el máximo de los hombres de Francia después de
Carlomagno y sobrino de éste, que taña el olifante. El olifante es un cuerno de marfil, usado por los caballeros medievales, que permitía transmitir señales y cuyo sonido es prolongado y peculiar. Hacerlo sonar significaba que Carlos se enterase del aprieto en el que estaban los suyos y los socorriese regresando con su hueste.Sin embargo, Roldán no toca el olifante en ese momento; no accede: por su fama, por no afrentar a su familia, por el honor de Francia, por no ser reprochado… Y es entonces cuando llega el verso más famoso de todo el Cantar, el que ha motivado discusiones críticas durante décadas:
“Roldán es valeroso y Oliveros prudente.” (v. 1093).
Todo esto me lleva a reflexionar…
¿Qué es ser valeroso? ¿Qué es ser prudente? Y lo pienso, en especial, sabiendo que,
según nos sigue diciendo el relato, la batalla que comienza será desastrosa y todos los
franceses allí reunidos morirán.
Más tarde, Roldán tañe el olifante; Oliveros está enojado con él. Leemos:
“Y le dice Oliveros: “Vos os lo habéis buscado:
valentía prudente no es insensatez,
y más vale mesura que locura insensata.
Los franceses han muerto por vuestra ligereza
y nunca más a Carlos lo podremos servir.” (vv. 1723-1727).
Y así fue. Roldán tocó el cuerno y Carlos acudió con refuerzos, pero, cuando llegó, ya todos estaban muertos. Había sido muy tarde.
Sensatez. Insensatez.
Prudencia. Cobardía.
Flexibilidad. Rigidez.
Son términos que, a la manera maniquea en que se nos presentan los dos bandos en
pugna en el Cantar, nos sitúan en escenarios dicotómicos, esto es, blanco y negro, sin
grises.
Y me pregunto cuánto de lo que hacemos es guiado por propias decisiones y, además, qué es lo que está en la base de éstas. ¿Es prudente pedir y aceptar ayuda? ¿Nos obstinamos en poder solos, justificamos lo injustificable, nos guía la inflexibilidad disfrazada de coraje…?
¿Y qué consecuencias trae esto para nosotros y para los otros? ¿Arrastramos
inevitablemente a “los nuestros” a muertes dolorosas de cualquier tipo que sean? O quizás, mirándolo desde otra perspectiva, ¿los conducimos a algo superador? ¿Quién sabe dónde se coloca el punto final de la historia?
Roldán cayó muerto, el último de aquellos franceses y
el más reconocido. Carlos regresó a España, sufrió, combatió y venció ganando finalmente esa tierra disputada. ¿Hubiera sido el mismo el final de haber tañido Roldán antes el olifante? Digo, porque tal vez todo tuvo que suceder de este modo para llegar adonde se llegó.
Verdaderamente, solo conocemos una versión posible de lo que puede suceder, la que
sucede, y el “si…”, esa inquietante conjunción que nos introduce en el tiempo condicional, sobrevuela los aires de lo que puede y no acaecer. Esto vale especialmente para el : “Si hubiera tocado el olifante, habría…”, ¿qué, sido cobarde, sido cuestionado, evitado la derrota transitoria pero también la victoria definitiva, sido otro el final del cuento?
Es en la probabilidad y en la incertidumbre en el pasado donde se juega esto, y el mismo Cantar parece dejar abierto el interrogante. En definitiva, conjeturas en torno a mundos posibles o no.
Hasta la próxima…
Anónimo. (2005). Cantar de Roldán. Edición de Juan Victorio. Madrid: Editorial Cátedra.