
Hoy quise compartirles dos relatos. ¿De amor? ¿De desamor? Un poco de ese magma que recorre ambos. Acá va el primero: “Alguna tarde vas a entrar a un bar. Yo voy a estar allí. Vas a mirar alrededor con tu mirada curiosa y movediza en el recorrido del chequeo habitual que hacés… y vas a verme. Probablemente sonrías. Posiblemente te acerques, me saludes, hagas un comentario risueño y te alejes, como pidiendo perdón y con total resolución. Quizá te concentres en tus papeles o en tu teléfono, y te quedes un rato entre incómodo y destemplado, sorprendido, como en falta, y te apures un poco, y te vayas. O tal vez salga primero yo de esas cuatro paredes inocentes que encerraron un demorado y frío encuentro desencontrado de dos personas que se habían amado tanto. Probablemente, el que escape primero le dedique al remanente una despedida breve, formal, distante, a salvo del riesgo que implicaría que nuestros ojos se rastrearan y encontraran , nuestras manos se buscaran y rozaran y nuestras bocas se extrañaran y desearan. Es más que seguro que cuando el viento sopapée nuestras pieles en la calle, evoquemos una pequeña dosis de aquella maravilla y la nostalgia impere, pero por poco tiempo, solo hasta que el intelecto vuelva a decirnos que hicimos bien, años atrás, en cercenar nuestro amor. Quizá esto que te cuento nunca pase. Yo sigo preguntándome en qué rincón se guardan los amores ya no amados.”
Acá, el segundo:
“Elegí este lugar después de pensarlo un poco. Era la antepuerta del encuentro y del llamado, de tu auto esperándome, prometiendo una fantasía de cuadras salpicadas de besos con despedidas acotadas pero también eternas. Porque quizá esa fue la construcción. O tal vez fue el delirio. Si busco evidencias, me cuesta hallarlas. Mis cartas y mis fotos quedaron en manos ajenas; el bichito de luz del bar se perdió; el sobre que tenía escrita tu letra, te lo devolví, y solo quedan cosas sueltas que prefiero no ver. A lo mejor nunca hubo nada más. Y si lo hubo, si algo existió, igual te conjuro a salir de mí. No quiero la posesión de tu ausencia. Te desalojo porque se fue deteriorando aquel cielo. No quiero más. Sos un habitante dominador y esquivo de mi territorio, y tu arma más letal es tu no estar, porque contra eso no puedo luchar. Rebotan mis deseos, mis palabras… Me miro sangrando, y como en algunas películas, no sé de dónde salió el disparo que me alcanzó. Creo que yo misma me lastimé, forcejeando con la realidad que siempre gana.Melevanto. Sigo. Mevuelvo a lastimar. Tengo que aceptar esta derrota. Si no te expulso pronto, el derrumbe será fatal. Necesito volver a quedarme con mi espacio vacío, las marcas que dejaron tus muebles, algún resto en el piso…, pero abrir las ventanas y airear tanta tristeza, revisar cada metro, pintar, recomponer, y volver a habitarme. Empiezo de una vez esta mudanza demorada o me quedo sin casa. Termino de una vez este duelo sin tregua o me quedo en la calle.” Nadie a quien citar. Son textos míos.
Hasta la próxima…