Va quedando la lluvia atrás con las desganas, el sol se asoma con entusiasmo, y de allí la alegría de tantos bragadenses, que han dejado la mantita, el sofá y la televisión para disfrutar de una tarde al aire libre –una de esas personas, soy yo– salgo a caminar mientras el pocho de los pobres me cubre el cuerpo, y al llegar al acceso a mi derecha hay fútbol en la cancha, a mi izquierda dejo la Plaza San Martín con su típica feria, los cacharritos que se montan los niños y hasta a veces, algunos osados padres, madres, abuelos o tíos, y todo es más bonito cuando en los ojos de la gente, se percibe la voluntad de pasar un rato juntos. Los autos van y vienen, algunos motoqueros hacen wheelie sin ver el peligro que conlleva la maniobra para todos los que circulan, la policía está ausente siempre en estos casos, mientras se escucha el grito desesperado de una madre –¡ojo al cruzar con la bicicleta!–también tomo precauciones mientras apuro el paso. En la pista de ciclismo hay una fiesta, y no es por el día del niño, ni por las golosinas y las chorradas que regalan los políticos de turno, sino que los más pequeños están jugando a su aire, algunos montados en sus corceles imaginarios y otros haciendo culipatín con algún cartón o a pelo.
Sobre el acceso veo muchos autos y camionetas, familias enteras tomando la merienda, grupos de amigos robándo horas al tarde con el mate y dándole toquecitos a la pelota, no faltan las mujeres y los hombres de la caminata obligada, y tampoco los matrimonios que se entretienen viendo todo el panorama en sus diálogos mudos acostumbrados –¿para qué vamos hablar de ciertas cosas?– dice la canción.
Pienso… quizás deberíamos hablar… a mi mente me van llegando imágenes del acceso a Bragado en época de la Fiesta del Caballo, –falta poco– ¿hará un lindo día como hoy?– ¿cómo estará el acceso a la laguna?– ¿y las motos?– Este año los bragadenses menos favorecidos por la situación económica general del país, ¿tendrán la posibilidad de disfrutar de la fiesta sin tener que empeñarse?–¿Quién viene a cantar?– Son muchas las preguntas que seguramente se hacen todos los bragadenses, y no es para menos, pues se trata de su lugar de pertenencia, de su fiesta y más allá que “ahora” haya tomado una relevancia nacional, debería seguir teniendo a los bragadenses como primera instancia de consideración. –¿Qué dicen sus calles?–. Hoy a mí, me dijo: mucho mate y pocas facturas.
Volviendo a las imágenes, he visto desfilar a Don Abel Figuerón, y no olvidaré su estampa, el orgullo que se podía percibir en su rostro, espero que sea el mismo “orgullo” que veamos en los rostros de todos los bragadenses, entre el 9 y 13 de octubre.