
Tengo la edad donde no me importa mucho el cómo sino los porqués. Y aunque suene a efímero, intrascendente, hoy solo quiero ir a “Paris y de la mano” –¿de quién?– de quién a ésta edad no mire mi ropa, sino que se atreva a sentir mi piel, que se perfuma con el aroma que desprende una copa de vino bajo las estrellas. –¡¿Romántica?!– Creí que no lo era. Creí, que la noche que bailé pegada a su cuerpo en la dársena de puerto madero, sería fácil de olvidar. Creí, que no volvería a llorar al releer aquellas líneas que expresaban su dolor por mí partida. Creí, que el “Lago de los Cisnes” no tendría el poder de arrancarme una lágrima. Creí tantas cosas…que ahora, a esta edad descubro que apenas conozco quien era. Y si le preguntas a alguno de todos mis ex, quizás tampoco sepan quién fui. –¡Y no los culpo!– Aún no he ido a París, aún no me perdí entre sus calles con sabor a Hemingway, a Mistral, a Neruda, ni me extasié con los grabados de Rembradt y las cartas de Leonardo da Vinci en el museo desconocido de Turgot. Apenas tengo un mapa gastado con un montón de sueños, de playas inexploradas y de rincones que nunca ofrecí para que visitaran, tal vez, por miedo a que no acepten las débiles estructuras de esa niña que llevo dentro. Esa niña, que ahora quiere ir a París y de la mano llevar un pincel, y una pluma que ha sido grabada con “La Reina”. Recordar que me casé en un castillo de mediados del Siglo XIV, de estilo almohade y mudéjar. Bucear por las páginas en blanco de mi historia, mostrar atisbos de quien no soy, para que me descubran en cada uno de mis lunares. Entonces quizás… quieran acompañarme a tomar un café en este otoño de mi vida. No prometo hacerlos feliz, pero lo intentaré. No prometo no defraudarlos, pues seguramente a muchos no les gustará lo que diga. Aunque sí les contaré algún cuento, un episodio con suspenso o de “terror” — entre comillas– no me gusta dar miedo. Les escribiré sin duda, en alguna oportunidad algún poema y me meteré en sus camas, en sus sillones –donde a gusto puedan leer el matutino diario– y me encuentren siendo esta “Bea inventada”, la que les narrará un poco la vida de los artistas locales, sus ilusiones, sus preocupaciones, sus metas; también sus próximos conciertos y encuentros con otros artistas de la zona –¿Por qué no?– Si para eso tenemos un medio de difusión disponible, para hablar de ustedes, de aquello que les interesa, de lo que les inquieta, de lo que les gusta. Hasta quizás, los menos románticos comiencen a sentir el inmenso amor que el arte nos regala.
Quiero dedicar esta nota a mi amigo Alejandro Gardinetti –un excelente artista– quien me ha inspirado, motivado –y hace algo increíble con ese “don de gente” que lo caracteriza, me hace feliz, ¡Gracias mil!