
Yo me llamo Pablo, de usted –¡no!– no me gusta. Así comienza esta entrañable charla con un tanguero con corazón –Pablo Raúl Azcurra–, que del minuto uno achicó distancias, como ya nos tiene acostumbrado este 2×4 que nos identifica a todos los argentinos.
Pablo cuenta — yo tenía una deuda conmigo desde que era chico –cantar– y no lo pude hacer, ya de grande me decidí a estudiar. Mi primera profesora fue Adriana Martínez, luego Liliana y, ahora estoy tomando clases con Gustavo Navarro–. Una pregunta me comía por dentro, ¿hay que tener un poco noción de música para aprender tango? —¡El tango se siente!– arremetió Pablo, como si quisiera marcarnos el último compás –¡chan!¡chan!– despejando toda duda. –Es vivir la historia que estás contando–.
Sabemos que por estos pagos hay mucho amor por la música folklórica, y encontrarnos con el tango campo adentro, es encontrarnos “una perla en una ostra” entre miles de otras. –En Bragado tenemos un problema, hay pocos intérpretes de música de tango– aclara Pablo al tocar el tema, pero se siente muy a gusto al hablar del grupo al que pertenece, “Cantores de Tango Bragado”, que ya lleva algunos años consolidado. Empezaron tocando en Green –ahora, Épico–, en la época de la pandemia tuvieron un receso, intentaron cantar en el “patio de tango” frente a la estación de trenes sin conseguirlo, y luego como el Ave Fénix resurgieron con más fuerza y, hoy están en la Sala Dómine del Constantino, que por cierto vamos adelantando que el 27 de septiembre, se van a presentar y podremos disfrutar de todos ellos –no se queden sin su entrada, es muy accesible (2.500,00 pesos) –. Todo un espectáculo que merece ponernos las mejores galas, para disfrutar de un repertorio único e irrepetible, puesto que el grupo apuesta a nuevos temas para compartir, para descubrir el tango –nuestro sello de identidad en el mundo– y lo digo con conocimiento de causa, puesto que en España he visto a los europeos volverse locos por nuestra música.
Al recordar la letra de un tango, Pablo se vuelve nostálgico, viaja imaginariamente a esos años de la niñez que nos marca, que nos deja esas huellas de arcilla cocida en el alma, y es que el tango tiene esas cosas –nos transporta–son sus historias y nuestras vivencias uniéndose como dos enamorados, en que se puede oír “…al volver para mi casa, ya no voy a la otra pieza a darle un beso a la vieja, porque también se me fue…”.
El tango tiene mucha poesía y es menester conservarlo, mantenerlo vivo en la generaciones futuras, y hablando de ello, Pablo muestra su preocupación por los jóvenes de Bragado, que no tienen al alcance medios para poder llegar a conocerlo, a vivenciar este arte mayor, pues no es un tanguito como se escucha a veces decir, sino que es ¡TANGO SEÑORES!