
En la antigüedad helénica se suelen distinguir períodos: el primero, es el de la Grecia
Clásica; el segundo, es el período que abarca desde el siglo IV a.C. al siglo I a.C.; el tercer período, es el del sometimiento del Imperio Romano. El segundo de ellos, es el considerado como período helenístico, y habitualmente se ha considerado como una simple etapa de transición entre los tiempos dorados de la polis y la dominación romana.
En este período surgen cuatro formas de vida, las cuales transforman la cultura antigua: la primera, son los epicúreos; la segunda, los cínicos; la tercera, son los nihilistas; y, la cuarta, son los estoicos.
Hoy desarrollaremos a los cínicos, gente que andaba por la ciudad, de manera desaliñada, y, también de manera harapienta, con el pelo (bastante) sucio, con una flauta, a partir de la cual extraen melodías de calidad discutible y que tienen de compañía un perro fiel.
Para los cínicos, la civilización es un estado corrupto y degenerado, a pesar de todos los oropeles que intentan disimularlo, y hay que volver a la naturaleza, atender a los impulsos espontáneos y básicos del cuerpo, y llevar una vida sencilla, libre de aspiraciones nocivas y fallidas impuestas por una educación malévola y una fuerte presión social. Todo lo que no sea contentarse con lo que se tiene al nacer, naturalmente, y lo imprescindible para mantener estas posesiones innatas, conduce a la frustración y al dolor. Riquezas y todo tipo de bienes materiales, prestigio, honor, aceptación social (esto es lo que en la actualidad se conoce como el status y el éxito) son quimeras, engaños e ilusiones que no pueden más que precipitar a abismos de desolación.
Hay varios representantes de esta forma de vida, uno de ellos es Diógenes de Sinope (c. 410 – 323), mostraba a partir de su espíritu subversivo, revolucionario y contestatario, que cuando salía por la calle, iba a provocar, por su repudio a las falsas convenciones, a las anticuadas tradiciones y a la refinada hipocresía de la civilización, para demostrar que la sociedad era apariencia pura, por lo que era considerado un outsider en el marco de la ciudad.
Diógenes de Sinope, era considerado como un “Sócrates demente”, la versión más loca de Sócrates, debido a que cuando enseñaba lo hacia con una pedagogía y, a partir de una manera didáctica bastante especial.
Diógenes sostenía que era necesaria una ejercitación espiritual para poder soportar los
trabajos forzosos, ya que si en algún momento de la vida se les presentaban estos tipos de trabajo, los podrían sobrellevar. En torno a esto, en una oportunidad se lo vio a Diógenes pidiendo monedas a una estatua, y cuando le preguntaron por que realizaba esta actividad, Diógenes les dijo que era para acostumbrarse al fracaso.
La política de los cínicos consistía en mostrar que la ciudad era un ámbito de corrupción que trastocaba los valores, mostrando que lo superficial era lo necesario y que lo necesario era obsoleto, conduciendo esto a una constante insatisfacción.
En esto también se observa que el proceso gnoseológico de los cínicos, consiste en el
rechazo de los valores de la civilización, marcando el fin de la cultura establecida; y era
acompañado por un comportamiento ético que se basaba en el retorno a la naturaleza,
mostrando desprecio por las convenciones sociales, las cuales eran impuestas, mostrando que era necesario un idealismo y un rigor moral, y tener la adecuada autosuficiencia del sabio.
Diógenes en primer lugar, y luego todos sus discípulos, mostraban con el ejemplo como se debía vivir, y esto muestra en una oportunidad, iba caminando un señor y cuando se lo observa a Diógenes, el hombre gritó “Cuidado con el perro”, a lo que Diógenes le contesta: “pierda cuidado, los perros no comemos carroña”.
Diógenes es uno de esos personajes particulares que enseñan desde un modo de vida, desde un estilo que no es muy convencionalista, sino que es una refutación constante a lo que es establecido.
Es en este contexto que cuando, a los cínicos se le preguntaba por un tema A, los cínicos contestaban por B, o si a los cínicos se les afirmaba A, estos respondían B, mostrando su conducta y su comportamiento ético que lo lleva a su manera de vivir.
También los cínicos critican toda la filosofía precedente, en especial, el platonismo
mostrándolo como locos que se obsesionan con cosas invisibles, y detestando la realidad sensible que es lo que se observa. Para Diógenes, no existe una Idea de x, sino que hay un objeto x (es decir, para poner un ejemplo, par Diógenes no existe una Idea de Hombre, sino que está el hombre).
Diógenes nos muestra, que es necesario observar el entorno, tener un elevado ejercicio
espiritual, para soportar los vaivenes de la vida cotidiana, y que es necesario mostrar que es necesario observar las cosas simples de la vida, más que intentar obtener lo que es impuesto por la sociedad.
Esto nos muestra que a partir de la actitud cínica, muestra que esta actitud ética es un
conducto que lleva a mostrar que lo necesario es lo simple, que no hay que someter el
pensamiento a grandes abstracciones, sino que es necesario observar la filosofía como una actividad de lo que se observa en la realidad.
Diógenes muestra que esta forma de vida, es una necesidad de ética sin abstracciones, de filosofía sin conceptualizaciones innecesarias, sino que para establecer una forma de filosofar, es necesario ver el mundo que está alrededor.
Los cínicos nos muestran que la filosofía se tiene que realizar a partir de la realidad, de la vida que se va llevando con los valores trastocados, con lo que “el sistema” nos impone, es decir, con los valores trastocados.
La forma de vida cínica, es una forma de vida que se basa en lo simple, que se basa en
mostrar el entorno tal como es, y que la realidad es llevadera con un ejercicio espiritual que permita sobrellevar los trajines de la vida diaria.