
En el final del siglo VI a. C. y principios del siglo V a. C., se produjo una discusión teórica que continua hasta nuestros días, esta discusión radica en dos polos que se tornan antitéticos, que, por un lado, está la permanencia, y, por el otro, está el cambio.
Hubo dos filósofos estos polos: el polo del cambio, lo representa Heráclito, que vivía en Éfeso, y, el polo de la permanencia, lo representa Parménides, que era natural de Elea. Heráclito, era apodado “El Oscuro”, pero no entorno a lo que plantea en su filosofía sino en torno a la manera de presentarlo a la sociedad, ya sea de manera escrita y/o de manera oral, y afirma que todo está en constante cambio, mostrando que el ente (los objetos que están alrededor del ser humano) deviene, que todo lo que está cerca del hombre se transforma, que todo está en un proceso constante de nacimiento y destrucción al que nada escapa.
Heráclito plantea que una persona no puede bañarse en el mismo río, es decir, que en esta máxima plantea el cambio constante, y, lo muestra a través de un método que muestra el cambio constante.
Esta forma de cambio permanente, para Heráclito es una yuxtaposición de opuestos que son solidarios, y lo plantea de una manera muy didáctica, es decir, que Heráclito plantea que todos los cambios se observan en un mismo ente: Heráclito plantea que un hombre es el mismo aunque de un minuto a otro haya crecido un poco, y plantea que si bien las aguas de un río son distintas, ocurren sobre un mismo río.
También esto cambio como solidario los plantea en torno a diversos entes, cuando dice que el agua de un río, es potable para los peces, pero es intomable para el ser humano.
Heráclito es el filósofo que plantea el cambio, es el que marca que todos los entes van
variando, que hay nacimiento y muerte de manera constante, y que esto es una tensión
constante que se la vive olvidando.
También muestra que estos cambios son continuos, y que son imparables que nos llevan a que este cambio nos marca un inicio y un final, algo que Heidegger va a tomar en el siglo XX, como que el ser está arrojado al mundo y que como está en este mundo, está condenado a la muerte.
Parménides plantea, en su sistema filosófico, que hay un ser trascendente que dirige la vida de los mortales, y que deben acercarse al ser para no perder el camino correcto en su transitar en el camino de la vida.
Parménides, escribe en un poema redactado en hexámetros (que lo toma de los poemas homéricos: La Iliada y La Odisea), y en la primera parte plantea un proemio, al estilo de invocación para ser “iluminado” por los dioses, y que le muestren el camino correcto.
En esta invocación, Parménides es llevado en un carro por las hadas de la diosa de la
justicia y es la encargada que le va a mostrar el ser.
Cuando ve el ser, Parménides les establece características, que se muestran en definitiva que “el ser, es, y, el no ser, no es”, y por lo que el ser no se lo puede caracterizar a la medida de un ente.
Las características son: unicidad, inmutable, inmóvil, imperecedero, intemporal e
indivisible. Estas características se atribuyen a esta “entidad trascendental”, marcan que el ámbito sensible es impugnado.
Este ámbito sensible es impugnado, Parménides las caracteriza como ilusión, como vana apariencia, como no que tienen nada de real, es decir, que constituyen fantasmas verbales de los que son partidarios los que andan en el camino de la opinión, y no se acercan al camino de la verdad.
Parménides luego de presentar las características, pasa a demostrarlos de una manera
lógica, constituyendo la parte central del fragmento 8, un verdadero acercamiento a una pieza en clave lógica, y, por lo general, las demuestra como reducción al absurdo.
La demostración de que es indivisible, la comienza planteando como que el ser es divisible y luego la lleva a una contradicción, por l que concluye que el ser es indivisible, y así procede con todas las características.
Luego sobre el final del fragmento 8 la diosa de la Justicia le dice a Parménides que vaya a orientar a los mortales, porque andan de manera bicéfalos, entre las dos orillas: entre el ser y el no – ser.
Esta discusión entre ambos filósofos dura hasta hoy en diversas áreas, ya que se plantea, por ejemplo, en el psicoanálisis se dice que un hombre si bien crece, en esencia nunca cambia.
También este plante de esta discusión tan antigua y que es tan actual, que diversos sistemas filosóficos la retoman con variaciones y con diversas formas en las cuales el trasfondo se mantiene.
Esta lucha atraviesa la historia de la filosofía y la historia de las ciencias humanas, y las toman diversos pensadores posteriores, como por ejemplo Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona, Tomas de Aquino, Descartes, Hume, etc.
Ambos pensadores plantean la discusión de una manera interesante y de una manera muy prolija, siendo un punto de discusión que plantea un punto arquimédico en la filosofía, por lo que constituye la base de una discusión que se da momentáneamente como lo es la discusión entre la trascendencia y la inmanencia.
Ambas discusiones pueden verse como pilares fundamentales en los que asienta la historia del pensamiento occidental, entre las que se encuentran diversas ciencias, diversas áreas y en la filosofía pueden ser irresolubles.
Ambas posturas son redefinidas y resignificadas en las diversas maneras que se puede
mostrar en diversas maneras en el mundo filosófico.