Martes 13 –¡No te cases!¡No te embarques!¡No salgas de tu casa!–reza la frase divulgada de suegras a nueras, de novios celosos a novias paseanderas, de envidiosos o simplemente de generación a generación, lo cierto es que pareciera ser, que la condenada frase viniera con un sentir de mal augurio, esas ondas negativas que hoy por hoy, le atribuyen muchas personas a la mala suerte. ¿Pero qué hay de todo esto cierto? ¿Existe realmente algo que pueda traernos mala suerte en el día de nuestra boda?¿Creen que existe la mala suerte?–Los registros civiles registran una caída significativa, los novios muchas veces dicen no creemos en esto, pero por si las dudas nos casamos el día posterior o anterior al martes 13. Otros cuentan que si pueden, evitan salir de la casa e incluso no van al trabajo. ¿Pero de dónde viene la creencia? Por un lado está el número 13 y por otro lado está el día martes. Algunos le echan la culpa Judas –el traidor– doce apóstoles y Jesús. Otros a lo escrito en apocalipsis 13–el anticristo y la bestia– y otros lo engloban todo en la mitología griega, donde Marte es el Dios de la guerra, que implica destrucción. La cábala judía no se queda afuera y nos habla que 13 son los espíritus malignos y así podemos asociar tantos elementos como quisiéramos, pues en la historia de la humanidad siempre hubieron eventos desafortunados y muchos de ellos cayeron en un día martes, pero así también hubiesen podido caer en un día lunes o viernes 13 como aborda la película americana.
Hasta tal punto llegó la superstición que, brokers del mercado de valores dictan que un día como este –martes 13 en España o Latinoamérica, y viernes 13 en Estados Unidos– no es bueno para invertir en la bolsa. El colmo de los colmos se da en ciertos lugares públicos que eximen al no. 13, como es el ya conocido caso de algunos hoteles.
Una tragedia muy recordada e irónica para los supersticiosos, fue aquella ocurrida el 13 de agosto de 1976 en Nueva York. Un hombre por miedo a que le pasará algo malo si salía de su casa, se quedó todo el día encerrado, el piso de debajo de su casa cedió y murió al caer de una altura de seis pisos.
Como habrán intuido a esta altura de la nota, no creo en un determinismo taxativo, más bien soy de la opinión, que dentro de nuestro libre albedrío nos podemos encontrar con eventos extraordinarios, pero no son estos los que nos condicionan a tener una experiencia desafortunada, y en vez de casarnos con alguien compatible, terminamos aceptando a un saltamontes –que por más que lo intente una y otra vez — nunca podrá acompañarnos en vuelo si somos águilas.
¡Eso sí! No nos embarquemos en–todas y cuantas– teorías del no puedo existen. Pues son muchas más las cuestiones que nos desaniman cada día, que las que nos empujan para conquistar nuestra tierra prometida. Así que bienaventurados los que ayer salieron de sus casas, fueron a trabajar, a estudiar o a cumplir sus obligaciones. Un país, un pueblo o una casa se levantan levantando el primer pie de la cama.