Dormíme, mas no sé de qué manera
soñar quería con poetas virtuosos.
Ya puedo yo decir que fui dichoso:
aparecí en una enorme pradera.
Allí estaban Homero con Virgilio
y pude ver a Shakespeare con Cervantes
de lejos vi venir andando a Dante
reuníanse en poético concilio.
Formóse un ágora todo dorado
y los genios fueron tomando asiento
pasmado me quedé en ese momento
pues vime por un dedo señalado.
Dijeron que con ellos me sentase
y atravesé corriendo la pradera
sentéme —aunque pequeño allí yo era—
queriendo que ese sueño nunca pase.
«No busques el laurel», dijo Cervantes
«¿De qué serviría eso?», siguió Homero
«Decidme que hago aquí», dije, «primero»
«Escríbele al gran hombre», ordenó Dante.
«Tú, florentino excelso, di qué quieres
de mí que soy un mísero gusano
—le dije—, que no ves, que no me ufano
de ser poeta, y aun así me hieres?».
«Y tú —díjele a Shakespeare— ¡oh gran poeta!
tu obra no ignoro, ni el Avón, tu río
Hamlet y Macbeth se unen en mi hastío
pártenme el corazón Romeo y Julieta».
«Y tú, gran griego, no me eres ajeno
pues cantaste las iras de Aquileo
¡en cuántas noches desvelado leo
que se han matado malos, como buenos!»
Luego miré a Virgilio el sempiterno:
«Y tú, latino, que al hijo de Anquises
cantaste como Homero lo hizo a Ulises
y acompañaste a Dante en el infierno».
«Sabemos que lo sabes —me dijeron—
mas ahora te traemos grande empresa
esto que escribirás no es cosa impresa
y cada sílaba te dictaremos».
«¿De qué cuestión me habláis, hombres prudentes?
¿No veis que la desdicha me atormenta?
tiembla completamente mi osamenta
si he muerto no hay por qué ser indulgentes.
Decidme la verdad, pues como sea
he de enfrentarla ahora o más tarde
pero de mi desdicha no haré alarde.
¿He muerto?, ¿eso quieren que no crea?».
«Muerto no estás, los vivos solo —escriben
—me dijo uno que no sé quién era—
siéntate ahora en esta gran pradera
y atento escucha. Órdenes recibe».
Shakespeare, que me escrutaba, nada dijo
Mas trájome una pluma de platino
una inscripción decía: ESCRIBE ARGENTINO
y el Cisne me quedó mirando fijo.
Luego los maestros a una voz dijeron:
«Olvida ahora muchacho los laureles
Y sin delicadezas ni oropeles
escribe lo que otros no escribieron».
«Poetas, soportad vosotros esto
dije— que estoy hastiado y abatido
sabéis muy bien los días no dormidos
sufriendo la ignorancia que detesto.
¡Ved cómo escribo cosas sin sentido
con un endecasílabo penoso!
¡ved cómo me he tornado tan odioso
a mí mismo, y perdón les pido!».
Yo no sé dónde estaban los poetas
o si es que no quisieron responderme
y tú, lector, ¿acaso has de entenderme?
Esto que escribo es como hacer piruetas
para que en once sílabas encaje
la historia que contar debo, ¡oh vicio!
ahora que vengo haciendo el sacrificio
diré, si me permite mi coraje
lo que una voz de sombra conocida
me obligó a decir en la poesía
que escribo, mientras tiembla el alma mía.
«Hay uno de tu patria —dijo Dante—
que contado será entre los mejores
que vio la historia toda de lectores
¡y qué voz tiene!, y ¡que buen cantante!
su pluma es magistral. Yo en el Parnaso
tuve el honor de leer su última obra
Notas al pie se llama, ¡prosa sobra!
después se la presté a Garcilaso.
Luego vi que Cervantes la escrutaba
con una sola mano, y la iba hojeando
Lope de Vega lo quedó mirando
y se la arrebató muy de la nada.
Homero la leyó, Shakespeare lo mismo
miráronme y quedáronse pasmados
Virgilio estupefacto y admirado
dijo “Dante, este es su paroxismo”.
“Su mejor obra sí —dije— hasta ahora
pero el varón aún no es una sombra
espero que les brinde alguna otra obra
a aquellos desdichados que la Aurora
aguardan sin que el sueño los acalle
esos como Emanuel: mal poeta, insomne
a ese le daremos de erga omnes
sentencia de escribir estos detalles
del hombre al que nos place honrar ahora
porque él también a nos —nos ha loado
porque ese es varón culto y esforzado
y su humildad —virtud— do quiera aflora”.
Borges estaba cerca, seguía ciego
y Milton le leyó algunos relatos
el maestro lo miró sin verlo un rato
Y díjole —este juega con mi juego—
luego la gran poeta, Alfonsina
se fue acercando y preguntó quién era
autor de esa ficción tan verdadera
y respondíle yo que era Dolina
después marcharon, para qué contarte
si desde Homero hasta Saramago
¡todos tuviéronlo por hombre mago
un grande de las letras, vivo arte!
y eso no es todo, porque el aparato
que yo de medieval no he conocido
mas luego aquí al Parnaso han traído
alguno, y escuchamos largo rato.
Buscamos por doquier quien nos nombrara
quien rescatara algo de nuestras obras
y solo padecíamos zozobras
éramos olvidados, (cosa rara).
Pero encontramos una voz potente
que con astucia contaba la historia
de mi Comedia, con tono de gloria
y de otros tantos, ilustres, (ya ausentes).
Ahora ya ves, así como yo veo
que tú, desconocido y mal poeta
has sido traspasado de saetas
de dolor, rechazo y ninguneo
pero este hombre, que sin conocerte
aceptó leer — tu obra (que es pobre)
y como se conoce que es buen hombre
también una reseña accedió a hacerte.
Así que a ese varón habrás de estarle
hasta el último día agradecido
también a la muchacha que ha sabido
mostrarte su bondad al contactarle.
Pues aquí en el Parnaso aborrecemos
a los ingratos, infames, altivos
mas tú no serás eso, no hay motivo
y a escribir esto ahora te sometemos
y si no escribes esto, hombre sensible
recuerda que soy Dante y te lo digo
en nombre de los poetas, mis amigos
que la Venganza te Será Terrible».