Cansada de llamar a la compañía que le proveía internet a su celular, Ana pegó el portazo.
Pensó en las veces que tuvo que soportar a hombres y mujeres que no los conocía, que
estaban detrás del tubo de teléfono que sostenía su mano, y que nunca funcionaba
como tenía que funcionar, pero eran personas. A veces la señal de trasmisión de internet era tan baja que prácticamente no existía, tanto qué al abrir una página web «cualquiera» se quedaba tildada mostrándole ese circulito de vueltas infinitas. Llamaba y les gritaba a esos ineficientes «como solía llamarlos» «¡Me cambio de compañía!» Lo mismo que le dijo a la mujer que entraba al supermercado, y que casi se lleva por delante. Al cerrar la puerta advirtió que la muy desgraciada tenía vaivén, justo cuando inesperadamente la golpeo por detrás en su cartera e hizo que tropezara con un hombre que estaba entrando. «Perdón» se apuró a decir, pero ya era tarde. «¡Estúpida!» ¿No ves por donde caminas?» El maleducado tendría unos cincuenta años. Muy bien vestido, pero con muy pocos modales «lo triste es que llevaba un libro en la mano»
Sí algo le faltaba a esa mañana, era encontrarse con un engreído, intolerante y maleducado » seguro que es porteño» Habrá venido a la feria del libro «Pensó, no le veía cara conocida, y para cuándo quiso contestarle el cobarde había huido, se había perdido entre la gente. La mirada de Ana atravesó el cristal como una flecha en el cielo, y la lengua se le quedo pegada al paladar «atragantada» masticando la bronca. Volvió a mirar el celular para comprobar si la señal había vuelto.»Nada » Borró la App para ver si así tenía más suerte con la llamada. Estaba vez no se quedaría callada «especuló» le diría al primero que la atendiese, todo lo que creía sobre las compañías de celulares. «Eso sí… si lograba que la atendiera una bendita persona y no una maquina. Al cruzar la calle, vio como dos jóvenes se reían «tenían el mate en la mano» y llevaban el pelo suelto al viento al igual que los pensamientos. Sintió envidia, celos o quizás no era ninguno de los dos sentimientos, y más bien era una nostalgia inusitada. Las tardes de picnic en la laguna habían quedado muy atrás en la historia. La edad se le había venido encima como una tormenta de verano «casi sin darse cuenta» y con ella, las responsabilidades habían ido en aumento, tanto que ahora ella vivía más pendiente del celular que sus nietos.
Se había casado hace muchos años atrás, tuvo dos niños que le dieron dos nietos, que iban a la escuela primaria y le insumían todo el tiempo. Tiempo que no tenía, y que era apremiante cuando alguien ineficiente se cruzaba en su camino, y como la ineficiencia estaba siendo la tecnología, se dijo a sí misma:
El hombre es un lobo para el hombre, bajemos al Nazareno que lleva mucho tiempo colgado. «¿Será culpa del Nazareno que se cuelgan las redes?» Tantos siglos vivimos colgados los seres humanos «digo «que quizás se puso de moda esto de vivir
crucificados, y aceptar todo lo malo como si fuese bueno.