
La flecha que Cupido por infame
lanzó para romper el alma mía
no tiene cura, porque en un derrame
de sangre (se rompió, y en la agonía
el corazón) que queda muy exangüe
juntando el alma al órgano que mana
el vital líquido del cual emana
la vida, que se funde con la muerte
del modo más perverso que la suerte
dispuso para estos dioses traidores.
¡No la puedo olvidar!, mi alma les grita
esta es la culpa tuya, Afrodita
¡Tuya sí, aunque seas Venus, muy maldita!
¿He sido castigado como Orfeo?
mi Eurídice no ha muerto, pero veo
que el que quedó fui yo, en este Averno.
Soy como Lot, mas no Judith la estatua
de sal que no escapara del cruel fuego
arde Sodoma, y este vil Caronte
no se conmueve ante mis pobres ruegos.
Perséfone, perdona mi ignominia
que tú has sufrido un peor designio
pues nada has hecho y llevas el martirio
del dios cuyo lugar es homonimia.
Hades-Hades: el símbolo y la cosa
uno la aberración, otra aberrante.
Perdóname también Francesca, amante
tu sí moriste por tu causa justa
que yo no tengo en esta noche adusta
es que tu amor, sabemos que prohibido
mas no ignoramos: fue correspondido.
No así Grisóstomo que por despecho
clavó el puñal en su angustiado pecho
(no lo escribió Cervantes, lo imagino).
—algo así dijo Borges en El Golem
pero él se refería solo a Scholem—.
Dafne, a ti también te rindo honores
porque la vida arbórea preferiste
antes que ser vejada, y pereciste
o vives en laurel, ¡tal es tu honra!
entonces: la tristeza me deshonra
pues yo soy el que ha muerto y el que llora.
Poemario » El somnífero «, por Emanuel Bibini