En 1927, mientras «La Matilde» crecía de la mano de la familia Salaberry, vivía en Buenos Aires un joven bioquímico graduado en la UBA, que patentaba el analgésico que lo haría millonario y, en pocos años más, en uno de los grandes terratenientes del país. Su nombre era Francisco Martín Suárez Zabala y se hizo conocido en todo el país por ser el inventor del famoso GENIOL. Se caso con la uruguaya, Elida Rodríguez Blanco. Cuando hacia 1934 la estancia de los Salaberry empezó a caer en picada, Suárez Zabala le puso el ojo a la propiedad que compró finalmente en 1942.
Una de sus primeras decisiones tomadas fue la de cambiar el nombre así “La Matilde” que por mas de siete décadas había mantenido el nombre era rebautizada y se llamaría de ahí en más “Montelen” injertando dos palabras que identificaban muy bien a esas tierras, monte y leña es el nombre con el que hoy se conoce después de 152 años de existencia.
Por tercera vez la estancia resurgía de sus cenizas. Las tierras puestas rápidamente a producir sumaron millones a la fortuna de por sí ya sólida de Don Francisco. Colmenas y especialmente ganadería de excelente calidad fueron sus actividades más fuertes. La cabaña de vacas de «Montelen» produjo muchos ejemplares campeones en la Sociedad Rural de Buenos Aires durante la celebración de la exposición Rural Argentina por muchos años. Por otra parte, el vivero incrementó también su tamaño al punto de llegar a ser uno de los más importantes del país.
Para el manejo de la estancia había un plantel de unos 160 empleados, «Montelen» se
hizo fuerte, pero a la larga tampoco puedo evitar la decadencia. En el transcurso de casi 42 años estos síntomas se hicieron notar. No era esta vez el despilfarro, sino una combinación de factores impersonales los que terminaron convirtiendo a la estancia en esa ruina abandonada que conocemos hoy.
Desde fines de los años treinta y principio de los 40 el país ya venía viviendo migraciones internas, mucho acompañaba esto el proyecto industrialista del primer peronismo (1946-1952) justo los años que este último renacimiento. Se venia la primera tecnificación de las actividades rurales cosa que contribuyó a que la zona se fuera despoblando lentamente y esto llevo a que la mano de obra se hiciera cada vez más escasa y cara.
El pueblo de Salaberry se moría de a poco. Se iba despoblando. Y comenzaron a aumentar en cantidad las casas abandonadas. Hasta que finalmente, se adhería a la serie de padecimientos que venimos describiendo, como si todo no bastara, al iniciar el año 1974 en enero de 1974 un fuerte tornado de inusual potencia impacto en toda la zona, destruyendo con su actividad a dos de las construcciones más importantes y emblemáticas de «Montelen»; la Escuela N°2 y la capilla neogótica, construidas e inauguradas en 1914, por la familia Salaberry, finalmente tras
casi sesenta años de actividad educativa y religiosa, ambos edificios eran prácticamente solo ruinas en el piso. Y al muy poco tiempo Don Francisco Suarez Zabala, el patriarca de la estancia y cabañas “Montelen” moría. Su viuda continua con la empresa familiar pero está cada vez tenía menos bríos y se encontraba en franco declive, «Montelen» ya no era la de antes, perdió cada vez más empuje y cuando, finalmente, la señora Elida Rodríguez Blanco de Suárez Zabala falleció, hacia 1984 la estancia fue quedando olvidada, abandonada y a merced de los elementos de la naturaleza, casi 50 años de abandono. Si bien a permanecido como curiosidad
y paso turístico la estancia como tal no exististe más.
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