
Para esté artista urbano que allá por 2009 sorprendía con su obra, no hay dudas de que el cuadro pintado por Picasso está más vigente que nunca, es una obra a la que seguimos viendo en cada guerra.
En la carretera de «Las Salinas» de Santa Pola (Valencia, España) apareció en 2009 un toro para el indulto. Esta versión de SAM3 donde aparecía el toro del Guernica de Pablo Picasso, dentro del toro de Osborne. Desdé la propia municipalidad pidieron clemencia por la nueva obra del artista ilicitano, que por esos años hizo una serie de intervenciones vandálicas sobre la imagen comercial de la famosa bodega. En las anteriores versiones que intervino, presento un toro famélico y otro toro esquelético, donde hacia clara referencia a la situación económica que atravesaba España.
Este tipo de intervenciones como las de SAM3 donde tanto el artista como su obra actúan como es un saboteador de la imagen oficial, como contra-programa de la publicidad con un concepto de arte (real).
Es la vía por la que se puede alterar el significado de un icono, pervirtiéndolo. El contraste entre los dos toros es una perfecta imagen de dos Españas enfrentadas, la que quiere olvidar celebrando, la que quiere recordar denunciando. El toro de Osborne obra publicitaria icónica de España, es la viva imagen de la austeridad hedonista, el Guernica, es una obra que se actualiza con cada conflicto armado, con las guerras de donde sea siempre está vigente.
Y acá es donde entra esta reflexión del icónico cuadro. En el Guernica, Picasso se fija en definir el horror más que España, eso es precisamente lo que ha impulsado al cuadro a que trascienda como símbolo, sin quitarle importancia al bombardeo de Guernica, hubo muchas masacres durante la guerra.
El toro en el cuadro aparece a la izquierda, iniciando la lectura del cuadro y levantando su cola se identifica con el ojo del diablo, solo él es el único invicto del cuadro.
El Guernica ha salido a la calle y se ha plantado ante la gente. Posiblemente sea el cuadro más reproducido en muros de escuelas, plazas y calles, un grito para reivindicar y resistir, que cala más allá de las paredes del museo.
Picasso realizó el cuadro en menos de un mes, se lanzó a la tela con hambre, con urgencia tira la línea del primer dibujo. Ya tiene la estructura. Luego, hace ajustes a la composición, varía sobre la marcha, improvisa según aparecen los problemas y resuelve frente al lienzo. Puro gesto y rabia. Pinta el caballo y el toro al tiempo, el primero varía de posición, no puede enroscarse sobre sí mismo y le levanta la cabeza hasta convertirlo en grito estridente.
Durante su trabajo, Picasso de 57 años se maneja con una seguridad absoluta sobre su trabajo, ni siquiera necesita retocarlo o perfeccionarlo. Tampoco se preocupa de tapar con el color las líneas más descuidadas. Apenas hay materia, apenas pigmento, casi no utiliza pintura, todo es aguarrás. Un trabajo líquido de máxima efectividad y velocidad. Libre. Quita, pone, ensaya, altera, cambia. A un ritmo tan frenético que parece pintar sobre un muro. Trabaja en él, como si fuera un graffiti.
De alguna manera, Picasso fue como un grafitero al actuar de aquella manera sobre el lienzo. Fue el primer cuadro en que Picasso se manifestaba en política, algo que tiene que ver con las formas reivindicativas del graffiti. El Guernica da la impresión de ser un mural móvil, más que un simple lienzo, por sus dimensiones, la manera como fue ejecutado y los goterones de algunos trazos le han otorgado esa condición de fresco.
El graffiti es menos susceptible de manipulación por el poder que una pintura. Su esencia es escapar del control y de los marcos institucionales. Aparece y desaparece en la calle libre sin reglas, como un espejismo, en sí mismo es una reivindicación, no importa tanto su contenido como su contenedor, y es así como está ligado al lugar donde fue ejecutado.
El Guernica nació como propaganda de la república Española contra las atrocidades
franquistas, y terminó asustando al poder.